Opinión | LA PELOTA NO SE MANCHA

Ximo Navarro, un cohete que pudo desviarse

Ximo Navarro

Ximo Navarro / Miguel Miramontes

No tuvo que ser sencillo el verano de Ximo Navarro. Como cuando esprinta para presionar la salida de balón de un rival, Lucas no dejó de presionarle. “Vente ya”, “mira que luego te vas a arrepentir”, “te estoy esperando”... Insistía e insistía. ¿Quién se atreve a decirle que no? El teléfono echaba humo, el whatsapp siempre tenía un mensaje por leer, un audio por escuchar. Hay que tener arrestos para aguantar ese pressing. Pesaba la amistad, el deseo de vivir una experiencia única con alguien cercano... Como muchas otras veces, Lucas salió ganando... y Ximo, también.

Las lesiones le podían, hubo riesgo de que le venciesen, pero hoy se muestra imparable, disfruta lo que vino buscando

Pero no fue ni mucho menos un triunfo inmediato. Es duro decirlo, pero no estuvo lejos de vivir una situación parecida a la que tienen que afrontar hoy en día Salva Sevilla o Pablo Valcarce. Desde septiembre rara vez fue titular, sufrió tres lesiones musculares casi seguidas cuando ya ha superado la treintena. No tiene nada que ver con sus condiciones ni con su implicación, son momentos, encaje en el equipo, rachas, problemas físicos que te sacan de rueda. La realidad era que se estaba diluyendo en el proyecto. En su caso, eso sí, todo tenía un asterisco, porque Idiakez siempre recurría a él en cuanto podía, aunque solo fuesen unos minutos. Esa confianza nunca se había quebrado. Y cuando todo parecía perdido para él y para el Dépor, cuando la temporada y las circunstancias empezaban a poderle, ha resurgido con una fuerza inusitada. Hace trabajo preventivo, no se lesiona, la banda se le queda pequeña, cada día conecta mejor con lo que le rodea, disfruta de la experiencia... ¿Quién da más?

La primera media hora de ese triángulo de ataque que formó con Mella y Villares es incontenible para cualquier equipo

Todo aquello que Lucas le decía por teléfono, toda aquella curiosidad que germinó en él empieza a estar saciada, todo comienza a valer la pena. Seguro que hubiera podido rascar un contrato en el fútbol profesional, seguro que alguna liga extranjera le hubiera acogido al máximo nivel. No todos los jugadores están dispuestos a bajar su estatus y que se lo digan al Dépor el pasado mercado de invierno. Él dio el paso. Pero hay experiencias que marcan para toda la vida, más que el número de la categoría en una retahíla enorme de equipos. Jugar casi toda la liga de local mientras las gradas revientan por ti, echarle una mano a un grande para que se levante, sentirse querido y el centro de atención en una ciudad que respira por su equipo... El Dépor y A Coruña.

El Dépor necesita a Lucas, pero hoy es mejor equipo que hace tres semanas. Ya no se siente huérfano sin él

Ver a Ximo Navarro en el campo en las últimas semanas es un deleite. La primera media hora de él, David Mella y Diego Villares fue imposible para Unionistas y lo hubiera sido casi cualquier equipo de Primera RFEF. Incontenibles. Y, además, con esa sensación de que no va al máximo, de que aún tiene algo en la reserva si la situación lo requiere. Todo con esa vistosidad atacante que siempre le acompaña, pero siempre tras cerrar su banda. Pasa la llave y se lanza a cabalgar. El Dépor, más allá de matices tácticos, es un engranaje muy engrasado. Las cualidades individuales elevan la apuesta y realzan a todos. Ximo se aprovecha de eso. Cuando tiene equilibrar el equipo, lo hace. Cuando debe coger vuelo por la banda, arranca. Cuando le toca moverse en un segundo plano para que sean otros los que hagan daño, ahí está. Su fútbol y esa capacidad para resurgir, para no darse por vencido cuando estaba a punto de quebrarse, es la que ha hecho la diferencia.

Vivir sin Lucas

Lucas parece hoy más cerca de volver a los terrenos de juego que ayer. Cada movimiento suyo sobre el césped de Abegondo se analiza con lupa. Y es lógico. Porque, aunque siga a ritmo de pleno, el Dépor lo necesita. ¿A quién no le haría falta en esta categoría?

Eso sí, su baja tiene matices y enseñanzas. Es fácil decirlo tras un 9 de 9 y cuando la distancia en la cabeza de la tabla se ha ampliado, pero al equipo coruñés le ha venido bien su ausencia. Esas frases hechas de que el equipo no va a ascender solo con once o de que no puede volver a Segunda únicamente apoyado en sus estrellas, cobran todo el sentido, se hacen reales. El Dépor es hoy mejor equipo que hace tres semanas. Si al principio se endureció compartiendo trincheras o resurgiendo en las malas, ahora le ha pasado algo parecido con la ausencia de Lucas. Su entereza como grupo, su capacidad para responder en los momentos delicados es hoy mayor porque son capaces de lograrlo sin el coruñés. Ya conocen el camino sin él. No existe ninguna sensación de orfandad. Si Yeremay tiene dar un paso al frente, lo hace. Si Idiakez debe ajustar tácticamente el equipo, mueve dos piezas. Si Villares debe abarcar aún más campo y multiplicarse, ahí está jugando por tres. Lo resumió con sencillez Pablo Vázquez hace una semana cuando las sombras de Pau Cubarsí o Yamine Lamal sobrevolaban Riazor: “Si deciden subir y bajar (jugadores), me quedo con mi equipo. No temo a nadie”. Crece esa sensación de ser indestructibles, de que el ascenso lo llevan dentro.

Y se nota en el campo. La victoria del Deportivo ante Unionistas no fue sencilla, pero cayó por su propio peso. Inevitable. A cualquiera le hace mella la falta de puntería, pero el Dépor lo intentaba y lo intentaba. Su rival estaba ahogado, fue empequeñecido. Es esa confianza que, de momento, le hace inabordable y que le está llevando a Segunda. Predestinado.

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