Hildegart fue concebida por su madre con la intención de, bajo su educación y con sus ideas, liberar la "reforma social" de España a principios del siglo XX. La madre de Hildegart, Aurora Rodríguez Carballeira, busca a un hombre que actúe como inseminador y que luego desaparezca. Una vez embarazada rompió con todo y se marchó desde su Ferrol natal hasta Madrid.

Aurora se alegró de tener una niña, ya que pensó que ésta podría hacer una labor más fructífera que un hombre. En opinión de Aurora, Hildegart debía ser la hembra fuerte capaz de redimir a la mujer. Así se cumplió y Hildegart fue durante su corta vida una persona brillante y creativa. Lee y escribe al mismo tiempo que aprende a hablar. Aprende castellano y estudia alemán, inglés y francés. A los once años comienza a dar conferencias y escribe en la revista Sexualidad, en la sección Higiene Sexual. Antes de cumplir los trece años ha terminado el Bachillerato con sobresaliente y comienza la carrera de Derecho.

A los catorce se lanza a la lucha que su madre le había previsto. Publica sus primeros artículos en El Socialista y se hace popular. En mayo de 1932 termina Derecho, pero debe esperar a ser mayor de edad para poder ejercer, sólo tiene dieciséis años, así que comienza los estudios de Medicina.

Si resulta interesante su labor en el terreno político, más importante resultan aún sus trabajos encaminados a la liberación de la mujer.

Su intensa vida sindical y científica se vio truncada por su muerte prematura. En la madrugada del 9 de junio de 1933, teniendo sólo 18 años, su madre acaba con ella matándola mientras duerme. Aurora dispara hasta cuatro veces. La explicación que da la gallega sobre este asesinato (rechazando ella misma algún tipo de desequilibrio mental) es que la joven se iba a desviar de la misión que ella le había encomendado. En su delirio, incluso habla de que hay gente interesada en utilizar a Hildegart para defender otras ideas que ella no quiere, hasta llega a decir que el Servicio de Inteligencia Británico quiere convertirla en espía.

El psiquiatra Tiburcio Angosto expone este caso como un ejemplo de síndrome del estrago: madres que quieren arrasar con la personalidad de sus hijas. "Hay casos en los que los hijos sucumben y son toda su vida apéndices de la madre; Hildegart quiso ser libre, pero al final acabó sucumbiendo, un hecho que no le libró del parricidio delirante al que le sometió su madre". Sin llegar al extremo del asesinato, los casos de madres posesivas delirantes son, según el psiquiatra, "bastante habituales".