-Trueba ha anunciado la segunda parte de La niña de tus ojos. ¿Ha recibido ya el guión?

-El guión está en proceso de formación, pero me van llegando perlitas y algunas son muy divertidas. Es maravilloso poder juntar al elenco y poder parir una película 17 años después con la misma gente.

-Una película que supuso uno de los momentos más felices de su carrera.

-Sí, y no solo a nivel profesional, también en lo personal. Trabajar con Trueba y Cristina Huete es un deleite.

-¿Siempre le resulta fácil recibir órdenes de un director?

-Cada director es un mundo, lo que pasa es que con ellos, con Trueba y Huete, me he criado desde pequeño. Siempre he notado grandes diferencias entre los directores, sobre todo lo notas cuando eres niño. Hay directores que dicen: a ver, que alguien pellizque al niño para que llore; y otros que se toman su tiempo explicando las cosas, pidiéndote lo que quieren de una manera que puedes entender y, lo más importante, no abandonándote.

-¿Cómo resisten los actores sin papeles?

-Mal, porque de alguna manera dejan de ser actores, no se puede vivir de las rentas, a no ser que seas economista. Hay que vivir de los proyectos, saber evolucionar, pasar páginas a veces, reinventarte otras, y tirar hacia adelante.

-¿Alguna vez la incertidumbre, la inseguridad laboral, le ha hecho perder los papeles?

-Sí, pero hace mucho. Esta es una profesión en la que no te puedes permitir el lujo de pensar que vas a estar siempre arriba. Sobre todo si te la tomas a largo plazo. Yo lo que pasa es que empecé muy joven. Por eso, hoy, no estar en la película guay, no salir en la serie de moda o tener un papel secundario, pues ya no me importa, al revés, forma parte de lo que tiene que ser, de tener papeles a veces más pequeños, más complicados, y no ser siempre el jovenzuelo que se liga a las chicas. Hay que saber aceptar las canas.

-¿La desesperación le ha llevado a empeñar el Goya que posee por Si te dicen que caí?

-Me hubiera gustado a veces empeñarlo... Cuando la gente me dicen: oye, que hace mucho tiempo que no te vemos; yo les digo: tú no me verás, pero yo ando haciendo teatro, de gira, por Latinoamérica. Yo tengo ahora mismo tres familias y no puedo parar, porque también tengo mis facturas. Hago lo que puedo, en un campo u otro.

-¿España olvida a sus actores?

-No lo creo así. Ahora estamos viviendo un momento muy puntual en el que quien opina de política, no es perdonado. Quien opina de política, que no trabaje, se dice. Pero esto cambiará. España es un país de actores, de cineastas, de cómicos, y así seguirá.

-¿Continúa augurando una revolución en España?

-Ojalá se produjera. España es un país que no se merece los dirigentes que tiene.

-¿Qué aprendió rodando una serie como ¿Qué fue de Jorge Sanz?, para muchos su mejor interpretación?

-He redescubierto la televisión, un medio en el que se pueden hacer cosas bonitas y como tú quieras. A veces se te olvida de que la televisión es un medio creativo y solo depende de cinco ejecutivos, unos shares y encuestas de opinión. Tiene su guasa que después de 30 años tu mejor personajes seas tu mismo. Es a lo que han llegado Cary Grant o Antonio Resines, a tener un personaje con el que todo el mundo te identifica y solo puedes hacer tú. Pero yo creo que no es el caso, no es un personaje del que pueda vivir toda la vida.

-Usted ha saboreado el éxito, ¿y la marginación?

-Afortunadamente, sí, si no estaría incompleto. Cuando se te acaba el camino y ya no tienes hacia donde ir, es cuando descubres quién eres y hacia dónde quieres tirar. Me ha pasado varias veces porque este es un oficio muy expuesto, en el que la gente se mueve por modas y frases hechas. A mí me han dicho varias veces: este está totalmente acabado, o ¿dónde está?

-¿Cuántos bostezos dio viendo Los amantes pasajeros de Almodóvar?

-No la he visto, si te soy sincero. Almodóvar no es que me vuelva muy loco. Es de esas películas que siempre digo: la veré la semana que viene.