"Nuestra hija no fue sutil", ataja Soledad Fernández cuando se le plantean dudas sobre las pistas externas que dio la niña transexual. Los síntomas que presentaba desde que comenzó a andar y hablar eran más que evidentes: "Siempre cogía mi fular para ponérselo en la cabeza como si fuera una melena; o cualquier cosa atada a la cintura como una falda", explica la madre. Mientras revisan el álbum fotográfico, el padre de Patricia y Eugenio repara en las diferencias entre sus dos hijos. A un lado, Eugenio con las omnipresentes motos, su pasión desde la infancia. Del otro, posando, Patricia cuando aún vestía como un niño.

Hubo un hecho que llamó más, si cabe, la atención de la familia. La querencia de Patricia por maquillarse y disfrazarse de mujer dio un paso más cuando se negó a ser el lobo feroz en un certamen infantil. "Quería ser la caperucita y al final, se lo cambié a otra niña", reconoce la joven.