Qué difícil es hacer el amor en un Simca 1000. En un Simca 1000 y en cualquier otro sitio, dirían muchos y es que lo de encontrar un lugar en el que abandonarse a los achuchones -conocidos o por descubrir- se convierte en ocasiones en un ejercicio a medio camino entre la aventura, la orientación y el conocimiento previo del terreno. www.mispicaderos.net no es una web de adiestramiento de caballos -aunque hace un análisis de la geografía de cada provincia- sino que nace como una herramienta para ayudar a todas las parejas que, sin tener un techo en el que guarecerse, sin imaginación para veladas de película ni dinero para alquilar una habitación, hacen de su coche el lugar más acogedor y de la arena de las playas su improvisado colchón.

En A Coruña y su área metropolitana hay 31 lugares marcados en el mapa como picaderos y hay de todo, desde simples aparcamientos hasta montes y castillos que cuentan con una segunda vida más allá de la función para la que habían sido creados. Tras etiquetar los lugares como auténticos picaderos, los usuarios escriben sus opiniones y vivencias de uno u otro paraje. Monte Alto, por ejemplo, se define como: "Vistas perfectas, orgasmo seguro" y es que no hay lugar a engaño, no se trata de turismo del de cámara de fotos colgando del cuello, sino del de encontrar el lugar más recóndito para cumplir un único fin: practicar el sexo.

"Mejor entre dos caravanas", sugiere uno de los usuarios el aprovechamiento del aparcamiento de la Torre de Hércules. "Frío y con mirones, como todo buen picadero", define otro el parking de Bastiagueiro. "Y ten cuidadito en invierno, porque con la cantidad de barro que se junta allí, a lo mejor después no das sacado el coche", aconseja otro que -quizá fruto de la experiencia- sabe qué es tener que llamar a la grúa por no encontrar a tiempo un amigo que le dejase la casa o por haber girado el volante hacia donde no debía con las prisas de una futura, pero cercana y quizá original, relación sexual. Y es que hay que tener mucha precaución cuando se juega a ser Carlos Sáinz antes de echar el freno de mano en un picadero, los que han ido a Vilaboa lo saben y aconsejan a los neófitos: "Cuidadito con los tremendos bloques de piedra que hay en el suelo, alguno ya dejó la defensa del coche contra ellos", dice el internauta C -uno de los que más aportaciones ha hecho a la página sobre A Coruña.

La intimidad, las vistas, que el acceso en coche sea bueno y que no sea demasiado frecuentado son algunos de los requisitos que los usuarios de la página piden para que, cuando les llegue la oportunidad, la pregunta ¿en tu casa o en la mía? y su fatídica respuesta -no ausente de cavilaciones y de todas las combinaciones posibles- "en ninguna de las dos" no se interponga en su camino; aunque no todos tienen los mismos gustos y los hay que prefieren el peligro de ser sorprendidos en plena acción. Para esas parejas hay también destinos como la playa de Portelo, en la que un chalé domina las vistas de la cala y nadie asegura que, tras las cortinas, no se encuentren sus inquilinos, ocasionalmente, con unos prismáticos pegados a los ojos y la curiosidad a flor de piel.

Para hacer bien el amor hay que venir al Sur, cantaba Raffaella Carrá, pero a falta de clima sureño, los coruñeses han de conformarse con los paisajes que adornan su mapa y con hacer de tripas corazón para conseguir que una noche cualquiera se convierta en una velada más que especial. En mispicaderos.net hay alternativas para todos los gustos y niveles, porque no es lo mismo ser un veterano del sexo al aire libre, de esos que llevan una mantita en el maletero del coche, que un simple aficionado venido a más que se aventura a ir a practicar el sexo en un aparcamiento para tener algo que contar cuando se acabe el fin de semana.

Romper la rutina, encontrar un lugar en el que dar rienda suelta a un desahogo fortuito o huir de las paredes son algunas de las razones que llevan a las parejas a investigar la doble o triple utilidad de un edificio, de una playa, de una roca o de un simple aparcamiento. Y es que casi cualquier esquina medio oscura de la ciudad es susceptible de convertirse en un picadero, algunos no lo serían nunca si no estuviesen cerca de las zonas de discotecas y bares y otros si no estuvieran relativamente cerca de las casas de algunos de sus usuarios, como la urbanización Sol y Mar. Hay lugares que, en la red, se han ganado hasta el nombre del colectivo que los frecuenta. Monte Inef asegura la web que se llama uno de los accidentes geográficos que está cerca de la Facultad de Ciencias del Deporte y Actividades Físicas. "Aquí se puede foder de noche y de día. De noche la intimidad es elevada, únicamente están allí los que van a lo que van. Y de día no suele haber prácticamente movimiento. Cuidado con no comer las castañas que hay allí que producen gases y durante el acto es desagradable", dicen del recién bautizado monte los que conocen el terreno y los que se dedican, en sus ratos libres, a aleccionar a las futuras generaciones sobre dónde se puede encontrar un lugar tranquilo para pasar una noche al aire libre, mejor en compañía.

Unos besitos aquí, unos achuchones allá y la excusa perfecta para que nadie se vaya a su casa: una puesta de sol, un baño en la playa o ver cómo las olas le intentan ganar una batalla al mar con sus envites. "Bonitas vistas hacia los acantilados. Está rodeado de monte y hay varios caminitos por los que también podéis aparcar y hacer guarreridas mirando al mar", describe el faro de Mera uno de los usuarios de la página.

Los lugares especiales, como muchos deciden llamar a los picaderos, se extienden por toda la comarca, incluso hay lugares, como Cabanas que, no por tener menos habitantes que los concellos vecinos, carece de picaderos, nada menos que dos, el arenal y el pinar.

Los que algún día soñaron con hacer realidad los versos del grupo La cabra mecánica, aquellos de te llevaré a visitar los más selectos descampados en alas de las dieciséis válvulas de mi utilitario cuentan ya con una guía de lugares en los que aparcar el coche, ahora sólo les queda encontrar a otro alguien que ocupe el asiento del copiloto y, con un poco de suerte, maña y tiempo, quizá también el de atrás y la mantita del maletero. Quién sabe cuántos de los que ahora visitan los picaderos fueron concebidos en ellos.