La ubicación de un edificio en uno de los puntos de la ciudad más azotados por el viento y el oleaje tenía que tener sus lógicas consecuencias sobre su revestimiento exterior con el paso de los años, como demostró la necesidad de restaurar la fachada de la torre de control del tráfico marítimo catorce años después de su inauguración.

El inmueble sufre desde entonces los embates del mar desde su situación en el dique de abrigo, levantado precisamente para proteger de la acción de las olas al puerto coruñés, que hasta la construcción de esta defensa padecía los virulentos temporales del invierno gallego.

El salitre y la erosión causada por el viento desde 1995 hicieron imprescindible una actuación de restauración del exterior de la torre, una medida que la Dirección General de la Marina Mercante puso en marcha a mediados del pasado mes de noviembre y que inicialmente debía concluir el próximo mes de junio, aunque las obras deben haberse desarrollado a un ritmo más rápido del previsto, puesto que la empresa adjudicataria ha retirado ya casi todos los andamios que rodeaban las dos grandes columnas de esta singular construcción.

Con 1,4 millones de presupuesto, la rehabilitación desarrollada consistió en la estabilización de los elementos de la fachada y en la reparación de las zonas más dañadas por los agentes atmosféricos. En el interior del inmueble también se llevó a cabo otra obra, la instalación de un sistema de climatización que haga más agradable el trabajo de los responsables de controlar el tránsito de buques por las aguas coruñesas.

El final de los trabajos deja como nuevo un edificio cuyo origen se sitúa en la catástrofe que padeció la ciudad con el embarrancamiento del petrolero Mar Egeo en diciembre de 1992. En aquella ocasión, el buque se aventuró a adentrarse en la bahía coruñesa en medio de un tremendo temporal. El desconocimiento del puerto por parte del capitán y las malas condiciones atmosféricas le hicieron creer que los muelles se encontraban en la ensenada del Orzán, por lo que en un principio tomó ese rumbo. Cuando se percató de su error, trató de tomar la dirección correcta, pero el oleaje arrastró al barco contra los bajos situados al pie de la Torre de Hércules, donde acabó por hundirse al día siguiente tras una explosión en sus tanques.

Las autoridades decidieron posteriormente que un puerto como A Coruña precisaba de una torre desde la que se controlase el tráfico marítimo con el fin de evitar nuevos desastres, proyecto que se puso en marcha con un presupuesto de 3,6 millones de euros y que culminó en mayo de 1995, fecha en la que el edificio fue inaugurado.

La construcción de la torre supuso una novedad tecnológica en la ciudad, puesto que sus dos columnas de hormigón, con 81 metros de altura, fueron levantadas mediante el sistema de encofrado deslizante, que hizo preciso el trabajo de forma ininterrumpida durante 24 días. Desde su conclusión, la torre se convirtió en una de las imágenes más representativas de A Coruña, tanto por el lugar sobre el que se alza como por la peculiaridad de su diseño.