En las calles de la ciudad se ha reproducido durante los últimos años un fenómeno que se manifiesta en otras poblaciones españolas y que siembra de unos elementos pegajosos las aceras y enlosados de las principales vías de tránsito de peatones. Como si de una epidemia se tratara, los chicles inundan los pavimentos sin que haya una manera efectiva de evitar que los vecinos los arrojen al suelo ni de lograr posteriormente despegarlos de la piedra.

En caso de que el Ayuntamiento se marcase este objetivo, tendría que hacer frente a una media de seis gomas de mascar por cada metro cuadrado. El fenómeno es especialmente visible en zonas como la calle Real, los Cantones y el Obelisco, cuyos enlosados presentan un aspecto moteado. Para conseguir eliminar todas estas manchas, los servicios de limpieza municipales podrían emplear las máquinas de vapor a presión de que disponen, pero aun en ese caso sería complicado despegar los chicles. Su resistencia es tal que es necesario una presión semejante a la que se emplea para borrar pintadas de las paredes.

En el caso de los pegotes de las calles, la Concejalía de Medio Ambiente también dispone de multas por arrojarlos al suelo y no depositarlos en alguna papelera. A pesar de que las sanciones pueden alcanzar los 750 euros, apenas se tramitan procedimientos de estas características. Mientras tanto, la calle Real, por ejemplo, continúa acumulando chicles. El Ayuntamiento tenía contabilizados hace aproximadamente un año 9.000 de estos pegotes.