-La Arroutada Party celebra su décimo séptimo aniversario, ¿qué tal ha ido el primer día?

-Pues la verdad es que nada mal. Teníamos pensado arrancar a las 10.00 horas, pero con el diluvio universal que caía abrimos las puertas a las 09.00 y a primera hora de la tarde ya habían cogido su pase cerca de 300 personas.

-¿Ya había cola aún con el Coliseum cerrado?

-Sí, sucede todos los años, hay que reconocer que la gente tiene su punto freak. Muchos quieren ser los primeros en entrar y los últimos en salir, intentan estar el mayor número de horas sin dormir, pero muy pocos lo resisten.

-La etiqueta de freak parece colgar irremediablemente de todo fan de la informática...

-Es cierto pero, por suerte, el concepto freak ha evolucionado y ya no tiene ese tono despectivo que se le daba al principio. Ahora se refiere a un fanático de algo, alguien con un gusto que va más allá de lo normal; por eso antes era para los locos por los cómics o los videojuegos y ahora se usa hasta para los entusiastas del fútbol. Aquí (por el maratón informático) la gente trae de todo y, sí, eso es muy freak.

-¿Qué es lo más llamativo que ha visto pasar por la puerta en manos de un participante?

-Pues, además de todo tipo de pantallas, ratones y cascos para escuchar sus historias, han pasado desde sillas y sofás plegables hasta banderas de clanes de juegos y vacas hinchables para poner sobre los ordenadores.

-El maratón no sólo tiene una parte lúdica.

-Aunque ese lado es el que más llama la atención, como asociación también abarcamos un aspecto pedagógico y ofrecemos charlas y conferencias sobre, por ejemplo, las redes sociales, un boom muy fuerte y con muchos peligros que la gente no ve; no es que haya que demonizar a Facebook, pero sí es bueno saber valorarlo.

-¿Qué es lo más complicado que se encuentran al organizar un evento como este?

-Problemas económicos, porque conseguir los cerca de 44.000 euros que cuesta la Arroutada Party con tan sólo 24 euros por participante es difícil; y organizativos, pues somos una asociación sin ánimo de lucro y dar órdenes o recibirlas no siempre es fácil.