La Guardia Civil de Tráfico multará a los peatones del rural que, al caer la noche, salgan a pasear sin dispositivos de seguridad que les hagan visibles a los conductores, como los chalecos y los brazaletes reflectantes. Con esta medida, que obligará a desembolsar 80 euros a los que incumplan las normas, Tráfico pretende reducir los atropellos en los pueblos. En las grandes ciudades gallegas, entre ellas A Coruña, los ayuntamientos rechazan la propuesta de Tráfico de multar a los peatones que incumplan las normas de circulación. Representantes de las asociaciones de afectados por los accidentes de tráfico, de las autoescuelas y de la Policía Local de A Coruña analizan las ventajas y los inconvenientes de esta decisión.

J. Picard: La multa, si sirve para salvar vidas, bienvenida sea, pero no es la solución. Lo más importante es educar, algo que no se ha hecho, así que los peatones somos los más indisciplinados en la ciudad, no hay más que salir de aquí e ir a un semáforo. Nadie cruza cuando debe. Quieren multar a los peatones que no lleven el chaleco reflectante en las aldeas, pero primero tendrían que dárselos y concienciarles de que se los pusiesen y hacerles unas infraestructuras adecuadas.

M. Maceiras: En este caso yo no estoy de acuerdo con la multa. Es prácticamente imposible multar a los miles de peatones que cada día incumplen las normas. Creo que tendría que haber más presencia de la Policía Local, que los peatones viesen a los agentes en las calles, cerca de los pasos de peatones y en los semáforos y que los policías, dentro de lo que pudiesen que les sacasen los colores a los que cruzan mal. Que les digan eso de: "Pero tú no te das cuenta de que ..." delante de los niños y de los demás peatones. No se le multa pero se le advierte. Hubo una época en la que se intentó hacer algo parecido, pero duró dos días. El objetivo es que, los demás, viendo eso, corrijan su actitud.

M. Aceña: La multa no es una solución. Es necesaria una labor educativa y de concienciación de los peatones previa a las denuncias. La sociedad acepta que la policía actúe después de avisar, pero no acepta fácilmente que la policía de forma masiva e imprevista sancione o denuncie a todos los ciudadanos que no cumplan una norma; además la policía no tendría agentes suficientes para hacerlo. Cuando se hace una labor preventiva se puede obtener un resultado, pero no se puede pretender que haya policías en toda la ciudad porque los vecinos no podrían costear un servicio de ese calibre y tampoco habría agentes suficientes para hacerla.

J. Picard. Si ponen esas multas de 80 euros por no llevar chaleco y de 60 por cruzar en rojo sí que es una medida solo recaudatoria porque todo el mundo cruza mal. No es la solución. Es una desgracia, pero los conductores no paran en ámbar para que los de atrás no les den y pasan cinco coches cuando deberían haber parado. En General Sanjurjo, por ejemplo, han hecho un bulevar con una mediana enorme que separa solo dos carriles. No hay ni un peatón que espere a que el semáforo se ponga en verde. Cruzan un carril y después el otro porque incumplir la ley es mucho más fácil ahora que antes.

M. Maceiras. Falta mucha formación y educación vial, sobre todo en el ámbito familiar. Los padres son los primeros incumplidores cuando llevan a sus niños en los coches y de la mano. En General Sanjurjo he visto a abuelos cogiendo a sus nietos en brazos para cruzar en rojo ante la cara de sorpresa de los niños. En los colegios no hay formación vial y, en las autoescuelas enseñamos a obtener el permiso de conducir y nos llegan alumnos que son incumplidores desde pequeños, así que aprenden las normas y las preguntas de los exámenes, y, una vez tienen el carné, vuelven a hacer lo que hicieron siempre. Hace falta más formación, pero quizá eso no interesa a los políticos porque no da votos de un día para otro. Como peatones tenemos entre un cero y un dos y, como conductores, un cinco raspadito. Parece que eres tonto cuando estás esperando a que el semáforo se ponga en verde.

J. Picard: Yo les miro fijamente cuando cruzan mal, pero no me atrevo a hacer mucho más que eso.

M. Maceiras: En Austria, sin embargo, es al revés, si cruzas mal, la gente te avergüenza por la calle, te mira por hacer algo incorrecto.

M. Aceña: Para tener ese reproche social nos falta formación. Procedemos de una generación que no bajaba los seguros, que no se ponía el cinturón y que no llevaba reposacabezas ni sillas adaptadas para los niños... En un periodo corto de tiempo hemos avanzado mucho en seguridad y hay ya rechazo social a los que padres que llevan a los niños mal sujetos. A ese punto no hemos llegado en otros campos, como en el de cruzar mal. Es una larga labor de concienciación. Con esta nueva estructura del tráfico podríamos eliminar el semáforo y depositar en el peatón la responsabilidad de cruzar o no. En la plaza de Mina, por ejemplo, había hace 30 años unas vallas publicitarias que, a la vez, impedían que la gente cruzase mal, porque canalizaba el flujo de los peatones que, lo único que quieren, es ir por donde le queda más cerca. Hubo graves problemas cuando se instaló El Corte Inglés detrás de la estación de autobuses, allí se denunció, se advirtió y se hizo de todo, pero faltó imaginación para ponerle solución a un problema que estaban teniendo los ciudadanos que eran usuarios de los dos servicios. El planteamiento era: como hay una señal, los peatones tienen que cumplirla, hubo compañeros para hacer una labor correctora que, después iba acompañada de una sancionadora y que no todo el mundo aceptaba de buen grado, pero tantos años después sigue pasando exactamente lo mismo.

J. Picard: Siempre pasa igual, esperamos a que ocurra una desgracia para solucionar el problema que la causó.

M. Aceña: En otras zonas de la ciudad, sin embargo, se hicieron cosas para prevenir, como las vallas del paseo marítimo en el Orzán para que los niños no se vayan a la carretera en un descuido. Nos falta compromiso de los poderes públicos con la seguridad vial. Cada uno tiene que asumir su responsabilidad con acción e imaginación.

J. Picard: Es que los vecinos vemos poco en las calles a los policías, no estáis donde deberíais.

M. Aceña: Es que las competencias se han ido ampliando.

M. Maceiras: ¿Pero vuestra competencia principal no es estar en la calle?

M. Aceña: Para mí eso es prioritario, pero ahora tenemos a tres agentes en la grúa y yo no estoy de acuerdo con eso, no entiendo por qué se necesita a un policía ahí. Al ciudadano de a pie le interesa ir de A a B en línea recta.

J. Picard: Ya, pero lo de El Corte Inglés es muy fácil de corregir con un paso de peatones y no lo han hecho porque no han querido. En Cuatro Caminos, después de haberlo denunciado durante años, lo hicieron porque todo el mundo cruzaba en línea recta. Sólo se necesita un poco de pintura.

M. Aceña: Los técnicos han hecho grandes trabajos, pero algunas veces, no han incorporado mejoras por no asumir que se habían equivocado.

J. Picard: Es que siempre se piensa más en los conductores que en los peatones. En la ciudad deberían estar más protegidos los peatones porque, además, somos una población envejecida que necesita protección.

M. Maceiras. Hay más miedo a la multa que a las consecuencias de quebrantar una ley. Lo vivo todos los días en el centro porque trabajo con personas que se han quedado sin puntos en el carné. En el 2005 había más de 5.000 muertos en accidentes por diferentes causas, desde que se ha implantado el carné por puntos se ha bajado a la mitad, no tanto por sensibilización, sino por el miedo a perder los puntos. En este caso la sanción fue importante, pero más que la parte económica, la que hizo efecto fue la de la retirada de los puntos.

M. Aceña: El peatón plantea una problemática bastante diferente a la del vehículo porque no lleva un número que diga quién es, al peatón hay que abordarlo, hay que pedirle que se identifique y puede no tener su identificación y, a partir de ahí, surgen situaciones para las que la sociedad no está preparada. Se ha tenido que llegar a detener por una actuación que empezó con una simple falta administrativa por una infracción de tráfico, pero la actitud agresiva y negativa a colaborar deriva, cuando menos, en el traslado para identificarle y, como mucho, aunque más de una vez ha pasado, acaba en detención. No parece que esta sea la mejor solución porque no es la más deseable. Es mejor hacer apuestas concretas, que se centren en determinados factores y colectivos que hacer campañas masivas de concienciación que no tienen continuidad en el tiempo. No sirve de nada que les enseñemos educación vial en el colegio si, cuando salen, se tienen que buscar la vida.

M. Maceiras: Lo más efectivo sería dar un toque de atención a los que incumplan la norma, porque no implicaría identificarles.

J. Picard: En el País Vasco hicieron una campaña que dio resultado durante un tiempo pero que, al suspenderse, perdió fuerza. Eran unos payasos disfrazados de verde y de rojo que ridiculizaban, aunque con gracia, a todos los que cruzaban mal y les daban un papelito explicándoles cuándo se cruza. ¿Por qué nos concienciamos después de las desgracias?.

M. Maceiras: Porque no hay campañas que te digan que te puedes matar o que te puedes quedar en una silla de ruedas para toda la vida después de un accidente. Enseñamos las normas, pero no las consecuencias. Con esto se juega con el miedo, con las emociones y las sensaciones de las personas, que es lo que cuenta.

M. Aceña: Las primeras campañas de la Dirección General de Tráfico que eran muy duras sí que surtieron un efecto abrumador.

J. Picard: El problema son los mayores porque en 2009 ocupan un lugar destacado no sólo como atropellados, sino como conductores accidentados, porque es la primera generación que conduce.

M. Maceiras: Es un sector de la población al que resulta muy difícil hacerle cambiar de hábitos porque lleva toda la vida haciendo lo mismo. Los jóvenes, sin embargo, se adaptan antes y se han sensibilizado más con estas campañas. Somos un desastre como peatones, pero la gente que viene al centro para recuperar sus puntos llega enfadada, pensando que sólo se hace para recaudar pero, al final, el 90% modifica su actitud. Cuando acaban te dicen, por ejemplo, que ya no van a llevar a nadie atrás sin cinturón, no por la multa sino porque saben que lo pueden matar.

J. Picard: La conciencia de riesgo es algo que no va con los jóvenes, pero con lo mayores, mucho menos. Se ha hecho la distribución de chalecos, nosotros vamos a los centros y hablamos con los mayores, les explicamos que se lo tienen que poner, les damos bandas reflectantes y te piden el brazalete para el cuerno de la vaca y el chaleco para su sobrina que vive en Madrid y no se lo ponen, lo guardan en un cajón.

M. Aceña: Ahora se empieza a ver que la gente anda con el chaleco por los pueblos.

M. Maceiras: Ya, ahora, pero es que esta norma es del año 1992 y estamos en 2011 y, aún estamos empezando. No es sólo regalarles los brazaletes, hay que explicarles.

M. Aceña: La señalización que hay en Galicia en los pueblos no es la adecuada y, además, tenemos unas condiciones climatológicas que no ayudan y un hábito de vestirnos de negro que lo hacen todo aún más complicado. Claro que se necesita concienciación, pero hay que darle un enfoque local al problema porque es como mejor se resuelve porque los vecinos lo conocen todo de su barrio así que los poderes públicos deberían tener receptividad para hacer cambios necesarios y que no siempre son los más caros, se hacen otras cosas que cuestan más y que incluso agravan el problema del tráfico. En esta ciudad el peatón respeta bastante.

M. Maceiras: Hasta que no haya reproche social no se conseguirá nada. La gente ya ve mal conducir borracho. Debería haber más presencia de la Policía Local en las calles para reprender a los que cruzan mal; no para multarles. En A Coruña se puede ir a 50 kilómetros por hora y, a esa velocidad, a cualquier peatón que atropelles lo matas. No importa el culpable, sino la conducción preventiva, a la defensiva, que los peatones no se fíen de los conductores y viceversa.

J. Picard: La ciudad es para el peatón. A Coruña soporta más tráfico del que debería. La mayoría de las aldeas carecen de infraestructuras adecuadas para el peatón, falta iluminación, sin arcenes ni aceras. No se hace ver y le cuesta ponerse una prenda reflectante pero tampoco le facilitan la vida para ir a comprar el pan un día de niebla. En Galicia la gente está secuestrada en su pueblo porque, si sale a pie, se la juega en la carretera.