Acupuntura urbana para humanizar la ciudad. Es la frase favorita del Gobierno local para hablar sobre las obras en los barrios, la muletilla del alcalde en cada una de las inauguraciones que protagoniza y que a partir de mañana no podrá convocar por requerimiento de la ley electoral. Dicha acupuntura destacó en las intervenciones realizadas en los denominados tapones urbanísticos del barrio de Monte Alto, el cual se ha llevado también la palma de la manida humanización. Busquets quiere una ciudad para las personas, y no para los coches, y en Orillamar parece haber conseguido, al menos, que el tránsito rodado sea más lento y que los ciudadanos tengan un mayor hueco para pasear. ¿Y la opinión de los vecinos? Pues la paradoja de un corredor verde de color gris, aunque "bonito" por un lado, y la incomodidad para quienes no tienen otro remedio que moverse sobre cuatro ruedas, por el otro.

Ir desde la renovada plaza de España hasta la avenida de Navarra tiene ahora un paisaje totalmente distinto dependiendo de si se contempla a pie, a través de la ventanilla de un vehículo particular o desde el interior de un autobús urbano. Un paisaje que varía también, y mucho, si la hora en la que se realiza el recorrido coincide con la la hora de salida de los colegios del barrio, con importantes retenciones en las inmediaciones del Campo da Leña.

Arrancando en dirección calle San Juan el primer obstáculo para los medios de transporte rodado es la nueva rotonda. Los vehículos que bajan por la calle de la Torre, los que suben por Baltasar Pardal y los que acceden al lugar desde Panaderas componen, a las dos de la tarde, un auténtico concierto de bocinas en torno a la glorieta. Una vez superado este tramo, la cosa parece calmarse y en mucho menos de un minuto se llega a la intersección con la calle Orillamar.

Comienza el recorrido rumbo la avenida de Navarra y en seguida hay que pisar el freno mientras un autobús realiza su debida parada para dejar y recoger pasajeros. Que los buses entorpezcan la circulación cuando deben parar en pleno carril es algo que ya sucedía antes, pues, aunque dispusiesen de zona de retranqueo, ésta estaba ocupada por vehículos mal aparcados y los conductores de la Compañía de Tranvías no tenían otra opción que realizar su parada en el mismo lugar que ahora, con el corredor verde.

Mientras el turismo continúa con su recorrido, los vecinos de la zona pasean por las nuevas aceras, realizan sus compras y recogen a los pequeños de la familia para dirigirse a sus casas y hacer la comida. Hay quienes descansan en los nuevos bancos y agradecen el descanso que les ofrecen aunque quienes ocupan la calzada con sus vehículos consideren el emplazamiento de los mismos un tanto peligroso. "Los bancos parecen estar diseñados para matar jubilados o dar un susto a los niños que se sueltan de la mano de sus familiares", apunta una vecina señalando uno de los bloques de hormigón con madera, situado a dos palmas de la calzada.

Una vez pasado el cuartel de la Policía Local, cuyos alrededores continúan en obras y su jardín en plena reposición, el repartidor de las bombonas de butano mira a su alrededor y no le queda otra que poner las cuatro ruedas del camión que conduce sobre la acera para entregar su pedido a los vecinos; de lo contrario, crearía un gran atasco en una vía con un sólo carril y un sólo sentido. Algo similar le sucede a los vehículos de emergencias cuando no pueden eliminar Cabo Ponte Anido de su trayecto y deben subirse a la acera, si los bancos y farolas se lo permiten, para hacerse un hueco. Ya en la zona del cementerio de San Amaro, los viandantes son los que eran y alguno más con curiosidad por estrenar el bulevar. Unos pasos más y... vuelta a la normalidad, la avenida de Navarra sigue igual.