"Ojalá se construya. Lo veo irrealizable por la crisis económica, pero un proyecto como este nunca se queda obsoleto". José María Fernández acaba de obtener un sobresaliente con su proyecto de fin de carrera de Arquitectura en la Universidade da Coruña. El tribunal calificó su diseño de "ejemplar", aunque él no mantiene muchas esperanzas de verlo ejecutado. El arquitecto ideó, durante dos años, una catedral para A Coruña, en el solar que ocupa la iglesia y el colegio de Las Esclavas, y la discoteca Green. Un edificio en forma de bloque, muy luminoso y con unas proporciones similares a la nave central de la seo de Santiago, con 25 metros de alto y 121 de largo. "Una catedral moderna, como un gran dique, un rompeolas frente al mar", explica.

El hasta ahora estudiante nació en Vigo y cursó la carrera entre Valladolid, Venecia y A Coruña, donde la finalizó. Los trabajos para completar la titulación que le proponían los profesores no le "motivaban". Recordó entonces que la construcción de una catedral formaba parte de una asignatura y decidió retomar el tema. Durante un año se documentó sobre las posibilidades teóricas de que la ciudad contara con una catedral. "La división en diócesis de Galicia está obsoleta", concluye Fernández, que apostó en su estudio por que A Coruña tuviera su propio obispado. Una reclamación que cada cierto tiempo lanzaba el exalcalde Francisco Vázquez, luego embajador de España en el Vaticano. Tras el análisis teórico, el arquitecto dedicó otro año a plantear técnicamente la obra. Eligió la ubicación porque Riazor era un lugar "bien comunicado" por carretera y es un espacio de "gran belleza paisajística". Pero, sobre todo, el arquitecto pretendía que la catedral se situase fuera del casco histórico. "Es el centro religioso, pero en una escala de ciudad antigua, no a la escala de la actual metrópoli", razona.

Fernández basó las dimensiones de su edificio en la catedral de Santiago, con una imagen más vanguardista. Dividido en dos plantas, la seo, de casi tres mil metros cuadrados de planta, tendría una parte superior muy luminosa -cuya iluminación cambiaría en función de los períodos del año litúrgico- y otra más oscura, donde se ubicarían los confesionarios y un conjunto de nichos. Solo la estructura, costaría un millón de euros. Hasta 600 personas sentadas cabrían en el recinto, en el que ya se planean ceremonias. "Muchos me dicen: 'Yo me quiero casar ahí", señala Fernández.