El teatro Colón programa hoy, mañana y el sábado una adaptación del Enrique VIII de Shakespeare. Las funciones serán a las ocho y media de la tarde y el precio de las entradas oscila entre los 21,60 euros y los 23,60. El actor Fernando Gil describe al personaje que interpreta como un "animal", alguien con un poder tal que hasta decía que tenía conexión con Dios. La Universidad en Internet de la Rioja (UNIR) produce este espectáculo.

-¿Qué se va a encontrar el público del teatro Colón cuando vaya hoy a ver la obra?

-Es una versión de la obra de Shakespeare, que trata de ese momento político tan difícil en Inglaterra, cuando se pasa del catolicismo al anglicanismo y todo con unos personajes enormes. Lo que se van a encontrar es gran teatro, un texto muy intenso, muy poético en ciertos puntos, y directo. Es una obra trepidante, tiene tintes de drama histórico y político.

-¿Qué tiene Shakespeare para que sus obras siempre estén en cartel?

-Lo que mantiene vigente a este autor, como lo que mantiene a Lope de Vega, aunque los españoles no hemos sabido darle tanta envergadura a nuestros autores como los ingleses a los suyos, es que no hacen una alusión concreta al momento que están viviendo sino que van a la base del ser humano, tanto filosóficamente como emocionalmente. Hablan del ser humano y te ves reflejado en la esencia de lo que están hablando. La gente que lo vio en la época en la que fue estrenada debió alucinar y, a día de hoy, aún lo hacemos y nos conmovemos con la descripción del ser humano que hacen estos escritores.

-¿No se diferencian mucho los personajes de Shakespeare de los que salen ahora en las noticias?

-Curiosamente no, parece que hemos evolucionado poco. Hemos cambiado mucho a nivel externo, vivimos de otra manera, la tecnología ha avanzado muchísimo, pero las pasiones y las virtudes y vicios siguen siendo las mismas. En esta obra, la función empieza mostrando cómo los políticos aprietan a los ciudadanos subiéndoles los impuestos, cómo ves los tejemanejes que hacen para organizar el dinero de la ciudadanía y enriquecerse ellos.

-¿Muy actual?

-Hay conexiones directas con lo que está pasando ahora, lo que hace que la obra parezca muy actual aunque estés viendo personajes del siglo XVI. Los objetivos y las estrategias de los poderosos son las mismas. Las cosas que querían y las acciones que llevaban a cabo para conseguir ascender en la escala de poder parece que son las mismas. No hemos avanzado mucho.

-¿Quién podría ser el Enrique VIII de la actualidad?

-Es un personaje muy complejo. A día de hoy no hay nadie igual porque es un personaje que se hizo una ensalada política que le hizo tener línea directa con Dios. Se quitó de en medio al Papa, echó a la Iglesia católica de Inglaterra y se convirtió en una especie de gran dictador violento. En cierta manera, podría ser un Berlusconi pero todavía más pasado de vueltas porque cortó la cabeza a dos de sus mujeres, desterró a otra y la dejó en la indigencia, hizo matar a mucha gente y a muchos políticos. Era un personaje que tenía un poder absoluto. Podría ser algún dictador de algún país africano.

-¿Tenía algo bueno?

-Si hay algo en este personaje fuera de la violencia, es que cambió la idea de la religión en su país y propició cierta modernidad. El hecho de quitar a Roma de en medio, que en aquella época era una religión muy castrante y que tenía a todo el mundo bajo una tutela un poco oscura. Hay gente que despertó y que se hizo más libre pero, en general, era un animal.