Solo las construcciones más singulares de la ciudad tienen nombre de pila. Puntos de referencia para orientarse o para recordar la historia de cada barrio. El edificio Citröen es uno de ellos, patrimonio industrial de una época en la que la construcción de fábricas permitió a los arquitectos introducir tendencias, materiales y aires de modernidad. Su arquitecto, Andrés Fernández-Albalat, asegura que con las transformaciones ha perdido su valor. Conserva, sin embargo, la fachada de muro cortina que hace tan particular esta curva de Os Castros. Por el momento, no será demolida, tras caducar la licencia que consiguieron los dueños hace dos años.

Dos de estos edificios nacieron ligados al impacto de la automoción: la Citröen y la SEAT. Y ambos tienen la misma firma. El escaparate flotante de la marca española de Alfonso Molina todavía está en el catálogo de inmuebles protegidos por el plan general. La empresa buscaba una imagen de modernidad, eficacia y precisión. Una larga pasarela conecta el edificio administrativo con un escaparate redondo y de cristal para mostrar las novedades incluso a los pilotos que circulaban por Lavedra. Se diseñó en 1963 inspirando en el Crown Hall de Mies van de Rohe.

Su hermano francés se levantó en General Sanjurjo por la misma época y, al contrario que el de Alfonso Molina, el Concello lo retiró del catálogo del plan general para que pudiese ser demolido y sustituido por otra construcción. En un primer momento, era estación de servicio para el lavado y engrase de camiones, por lo que vivió de la intensa actividad del relleno de San Diego, las obras de construcción de la refinería y el transporte de pescado en Madrid, próximo como está las instalaciones portuarias.

El propietario, Luis Rodríguez Amado, había contado previamente con un taller de electricidad del automóvil en Linares Rivas, donde en 1958 comenzaron a venderse los primeros todoterrenos Land Rover que llegaron a la ciudad. En 1966 la firma inició la comercialización de coches de Citröen en el nuevo edificio entre General Sanjurjo y ronda de Outeiro, con fachada también en la calle Posse.

El Concello declaró este mes caducada la licencia de derribo que tenía la construcción, actualmente ocupada por la sede de Harley Davidson. Había concedido el permiso de demolición del inmueble dos años atrás y solo un mes después de hacerlo desaparecer de los edificios blindados por el plan general, como era deseo de sus propietarios.

En la aprobación inicial del documento, el equipo redactor le otorgaba protección estructural, lo que obligaba a mantener "sus fachadas y formación cubierta, así como sus elementos estructurales". Fue el único inmueble que desapareció de la lista de edificios protegidos tras el periodo de exposición pública. Se quedaron en ella tanto la Seat como Begano, otro de los ejemplos de la arquitectura industrial de la misma época, firmada también por el mismo arquitecto.

La licencia de demolición fue criticada por los vecinos de Oza-A Gaiteira-Os Castros. Su presidente, Paulo Sexto, lamentó que se acabase con "el poco patrimonio que queda en el barrio", junto al faro de Oza y a la casa modernista del 152 de General Sanjurjo.