Aunque el foco mediático ha relajado la intensidad sobre la crisis de los refugiados que llegan a Europa, los datos de 2016 reflejan la emergencia que todavía se vive. De acuerdo con informes de Acnur, durante la primera semana del año llegaron a través del Mediterráneo a las costas de la Unión Europea 10.154 migrantes, el doble que en todo el mes de enero de 2015.

Uno de los puntos más candentes en esta ruta de los que escapan del hambre y la guerra es la isla griega de Lesbos. Allí llegará el martes, si todo discurre según lo previsto, Alfonso Mascuñana, vecino del barrio de Palavea, profesor jubilado de Filosofía y activista por los derechos de las personas migrantes. Lo hace en solitario, una expedición más o menos a la aventura de la que, por el momento, solo tiene dos certezas: un seguro de viaje por 33 días y un alojamiento para las tres primeras noches en la capital insular, Mitilene. "Después me asentaré en un sitio u otro en función de mi trabajo como voluntario", señala.

Fue en otoño cuando comenzó a masticar la idea de hacer las maletas para echar una mano a los miles de desplazados hacinados en la isla. "Primero me puse en contacto con la embajada griega y con grandes ONG, pero entiendo que mi perfil no es muy fácil para ellas y que deben optimizar los recursos que tienen. Yo soy un profesor jubilado que sabe cocinar y conducir".

A través de internet, comenzó a informarse y a ponerse en contacto con voluntarios que habían colaborado en la isla durante los últimos meses y con asociaciones de cooperantes que trabajan sobre el terreno. "Lo que nos dicen es que hay mucho dónde se puede echar una mano y que nos están esperando porque cualquier ayuda es útil", asegura. Algunas de estas organizaciones actúan en las calas de la zona norte de Lesbos, asistiendo y orientando a las barcazas de refugiados que llegan casi a la deriva desde Turquía. Otras, en zonas más próximas a la capital, atienden a los migrantes que esperan por su turno para embarcar en el ferry que los llevará a Atenas, y que se establecen en campamentos improvisados.

A la hora de tomar la decisión de partir pesó su experiencia como voluntario en Nicaragua en la década de los 80. Allí se curtió durante un año y medio en un campamento de refugiados que escapaban de la Contra nicaragüense y la guerra, colaborando en tareas de educación y alfabetización en medio de una zona de disputa armada. "Es una motivación interior y personal y ya hace tiempo que me atraía la idea de estar cerca del drama y de la tragedia de los refugiados", afirma.

Ya en Galicia, ha trabajado durante los últimos años en el Foro Galego de Inmigración o en la plataforma Stop Desafuizamentos de la ciudad. "Me considero una persona comprometida con las luchas sociales desde hace años", reconoce. Su implicación "con lo colectivo" le animó a hacer parte de las listas de la Marea Atlántica en las últimas elecciones municipales.

Tras meses de documentación y conversaciones online, intuye que en esta isla del Egeo, en la que Aristóteles pasó parte de su vida, se encontrará con "gente de lo común", cooperantes, como él dice, que arriman el hombro "rascando el bolsillo". "Me contactó gente en el paro que pensaba ir allí, a conocer aquello más allá del plasma".

El lunes parte desde Madrid a Atenas y, de allí, a Lesbos donde contrastará las impresiones recogidas por la red con la realidad. Por delante, todo un mes como embajador de la ciudad en el epicentro de la solidaridad en el sur de Europa.