Aunque ya pasó tiempo del aseamiento de aquel muro insalubre de la calle Alameda, donde cientos de coruñeses posaban sus chicles no se sabe muy bien por qué, los vecinos insisten en perpetuar la costumbre finisecular de dejar su huella pegajosa en la ciudad. Seis gomas por metro cuadrado de media, que tardan unos cinco años en desaparecer, según calculaba la Concejalía de Medio Ambiente hace más de una década. Esta creación colectiva ha inspirado a Paula Fraile, una de las artistas invitadas por el Concello al ciclo Expontáneas, con varias intervenciones artísticas en las calles de la ciudad para reflexionar sobre el espacio urbano.

Bajo el título El rastro involuntario, teje una malla de color, uniendo con pintura todos estos fósiles masticables. "La necesidad de dejar huella, de marcar por dónde pasamos, asegura nuestra permanencia, el rastro nos indica que otro ser han estado ahí y por lo tanto nos invita a actuar de la misma manera", reflexiona Fraile en la presentación de la propuesta, que se acaba convirtiendo en una especie de "estudio sociológico" que revela también cómo repetimos esos comportamientos, sea cual sea su naturaleza.

"Están ahí pero nuestros ojos se han acostumbrado", advierte la artista, natural de Guadalajara pero afincada no desde hace mucho en la ciudad. Con su taller de pintura ubicado en Monte Alto, escogió un itinerario desde la Torre de Hércules hasta la plaza de Pontevedra. Comenzó por un tramo en la plaza de España, un espacio que le pareció interesante también por ser un cruce de caminos, "con mezcla de gente", encuentro de barrios diferentes.

No cabe duda de que se podría viajar de una punta a otra de la ciudad jugando a pisar chicles. De hecho, Fraile cree que su intervención quedaría completada con el resto de barrios de la ciudad, una "batida" colorida y poética, en la que cada fotografía cenital arrojaría un resultado bien distinto. Restos de actos individuales, huellas de un comportamiento colectivo, que mutan para el ojo humano y se convierten, según la mirada, en arterias, circuitos eléctricos, asociaciones de microorganismos o constelaciones que se diluyen en zonas menos habitadas.

Detrás de ello, un componente de reflexión, de debate, de propuesta de soluciones. "No me gustan los murales que únicamente reflejen la personalidad del artista y no vayan más allá, el arte es una herramienta poderosa para concienciar", reflexiona Fraile, que fue una de las almas de Derrubando muros con pintura, un exitoso proyecto con el que el Concello de Carballo ha transformado sus espacios urbanos degradados a través de coloridas macropinturas.