- ¿Qué le impulsó a hacerse cooperante internacional?

-La idea surgió en 1994 con la matanza de Ruanda entre hutus y tutsis, que me pareció una salvajada, por lo que me ofrecí a ir, pero me dijeron que sería como médico general, pero que Médicos del Mundo buscaba especialistas como yo, que soy anestesista, para la guerra de Bosnia y no tenía ninguno. Así fue como empecé la colaboración en ayuda humanitaria, que compaginé con mi profesión de médico.

- ¿Afectó a su carrera profesional esta actividad?

-No, porque ya era jefe de sección por oposición, pero en aquel momento la cooperación no era tan conocida y teníamos que gastar nuestras vacaciones todos los años, aunque en 1995 ya no tuve que hacerlo porque existía un convenio entre Defensa y Sanidad. Así he ido de guerra en guerra, porque tengo más experiencia en conflictos armados que en otras situaciones de emergencia.

- ¿Qué le aportó esa labor desde el punto de vista profesional y personal?

-Es una experiencia muy importante, porque ves la diferencia entre una amputación reglada a la que tes ves abocada porque una mina antipersona ha hecho volar una pierna, lo que permite un gran aprendizaje. En Irak tuvimos pacientes muy destrozados y con grandes quemaduras a quienes con nuestra ayuda les fue mucho mejor que a otras personas que no pudieron ser tratadas, pero dentro de las necesidades que había allí, al igual que en Bosnia, fue algo mínimo. Pero tiene un valor incalculable porque personas que sufren una situación de catástrofe se dan cuenta de que hay gente en la otra punta del mundo que se interesa por ellos. Por eso es una obligación ineludible ir, aunque solo sea para estar codo con codo con ellos.

- ¿Qué le supuso conocer en persona situaciones humanas terribles?

-Saber lo etérea que es la vida y las situaciones. Cuando ponemos barreras a refugiados de guerra no nos damos cuenta de que pasado mañana nosotros podemos estar en la misma situación, ya que nunca podemos estar seguros de nada. También me permitió conocer que en otras partes del mundo las personas tienen las mismas aspiraciones y necesidades, sean de la cultura que sean. Cuando en Cruz Roja nos formamos en cooperación nos inculcan que nosotros no somos los protagonistas, sino que son la gente a la que pretendemos asistir porque conocen sus problemas mucho mejor que nosotros.

- ¿Les transmiten esas personas que el resto del mundo les olvida?

-Por supuesto que nos lo dicen, y no sabes qué contestar porque los estados son egoístas. La guerra de Bosnia no habría ocurrido si los gobiernos europeos no hubieran aceptado tan a la ligera la desmembración de Yugoslavia, aunque Francia y España tardaron en hacerlo. Les tienes que explicar que los gobiernos miran muchas veces por lo que ellos creen que son los intereses de sus votantes, pero hay que hacerles ver que se habla de ellos aunque no tengamos el coraje suficiente para cortar el problema de raíz.

- ¿También hay entonces una asistencia psicológica a estas personas?

-El apoyo psicosocial es fundamental. He estado en Grecia en dos ocasiones para asistencia a refugiados, la última en las pasadas navidades, y la unidad de salud se mueve siempre con la de apoyo psicosocial, que es fundamental porque se implica en el bienestar mental de sus familias y mantiene la dignidad de la gente, para lo que hacemos áreas seguras para mujeres en las que pueden charlar y hacer talleres de diferentes actividades, además de guarderías para los niños.

- ¿En qué situación llegaban los refugiados de Oriente Medio a Grecia?

-Lo hacían físicamente muy hechos polvo pero muy esperanzados por llegar a Centroeuropa, aunque algunos ni sabían que estaban en una isla.

- ¿Cómo se les explica ahora que no podrán alcanzar su objetivo?

-Me ha traumatizado bastante, porque ahora hay casi 60.000 refugiados que llegaron antes de que entrara en vigor el acuerdo entre la Unión Europea y Turquía y que no pueden ir ni para atrás ni para adelante. Veías gente muy deprimida y que acudía con patologías inexistentes, como una mujer hundida porque temía no poder entrar en Europa porque su marido tenía otra esposa. Hay que decirles que puedes entender su situación aunque no puedes ponerte en su lugar, porque es imposible, así como que estas situaciones no son para siempre y que luego se hace luz donde ahora hay una completa oscuridad. Para ellos era una tragedia que les dieran asilo en Grecia, porque les permitían salir del campo de refugiados, aunque algunos de ellos volvían allí porque tenían donde comer y dormir, además de amigos. Su verdadero objetivo es llegar a Alemania, Noruega, Suecia, Austria y Francia. Solo encontré a una pareja siria que quería venir a España y es porque eran muy frioleros. Incluso me encontré allí a un marroquí que me dijo que es más barato volar desde su país a Turquía e intentar entrar a Europa por Grecia que por Ceuta o Melilla. Le pregunté si iría a España y me dijo que si era tonta porque en España no hay trabajo y que su meta era Francia.

- ¿Qué le diría a la gente que se opone a la llegada de refugiados a España?

-Que los refugiados no le van a quitar ningún trabajo, al igual que los inmigrantes económicos, ya que solo hacen los trabajos que los demás no queremos hacer. Y además tenemos una obligación porque los estados han firmado unos convenios sobre refugiados de guerra que tienen que cumplir.

- ¿Y a los que dicen que entre ellos hay terroristas?

-Eso es una tontería, porque somos nosotros los que exportamos terroristas a los países bajo dominio del ISIS, ya que la mayoría de los atentados han sido cometidos por gente nacida en Europa. Y los refugiados que tenemos aquí son los menos, ya que en Líbano hay un millón en un país que tiene una población de cinco millones, mientras que en Siria hay siete millones de desplazados, además de los que también están en Irak y Jordania.