El declive demográfico de Galicia, la comunidad con la mayor diferencia negativa entre nacimientos y defunciones según los datos provisionales del INE al concluir 2016, encuentra un buen ejemplo en A Coruña. Ese desequilibrio entre los que nacen y los que mueren alcanzó el año pasado la cifra más alta desde que existen estas estadísticas, 1975: el saldo vegetativo del municipio aumentó en solo un año en 163 personas y alcanzó las 731. La brecha negativa más grande hasta ahora era de 667 personas, en 1996.

Por cada siete alumbramientos que se celebran en la ciudad se ofician diez entierros. En 2016 nacieron 1.826 personas y fallecieron 2.557, según registran el Instituto Nacional de Estadística (INE) y el Instituto Galego de Estatística (IGE). Nunca antes el número de decesos había sido tan elevado desde que superaron la barrera de los 2.000 en 1990; el año anterior ya se había llegado a otro tope máximo de 2.475 defunciones, rebasado doce meses después. La baja cantidad de nacimientos es la menor de los últimos catorce años, después de que en 2003 vinieran al mundo 1.772 niños y niñas.

Con los datos provisionales del INE del año pasado, A Coruña es la capital de provincia gallega con el saldo vegetativo negativo más alto. En las demás, también con la balanza inclinada hacia las defunciones, el desequilibrio es más moderado: en Lugo la diferencia es de 220, en Ourense de 451 y en Pontevedra de 120.

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Veintisiete años seguidos con más de 2.000 defunciones representan la preocupante tendencia demográfica que sufre A Coruña. Sobre todo porque los fallecimientos se han incrementado a medida que la población ha disminuido. Entre 1991 y 2016 el censo residencial descendió un 1,2% y la ciudad está ahora más cerca de los 240.000 habitantes (según el IGE había 243.978 al finalizar 2016) que de los 250.000 a los que se había acercado a comienzos de la década de los noventa; en el mismo periodo el porcentaje de defunciones, cada año superior a los dos mil registros, superó el 16%, con picos llamativos en 2003, 2007, 2009 y 2015, además del récord negativo del año pasado.

Nacer en la ciudad, en cambio, mantiene su tendencia general a la baja desde mediados de los años setenta, cuando empezó a haber estadísticas. Las cifras reflejan que dar a luz no figura entre las prioridades de las familias. Con independencia de la repercusión que los variables contextos económicos han tenido en los hogares coruñeses, los datos históricos muestran que en cuatro décadas los alumbramientos en A Coruña han caído casi un 60%. En 1975 nacieron 4.405 bebés, 2.579 más que en 2016. En este tiempo hubo descensos significativos, también repuntes en varios años, como a finales de la década pasada, aunque en 2016 el número de recién nacidos, 1.826, fue el más bajo desde 2003.

Los latigazos de la impredecible crisis económica mundial surgida a finales de la década pasada y permanentes aún en los años iniciales de la actual fueron la explicación recurrente a numerosos varapalos y desplomes en sectores como el inmobiliario, el de la construcción, el financiero o el comercial. Esa crisis que servía para justificar tanto el rescate de un banco o una caja como el drástico recorte en la plantilla de una empresa afectó también a la evolución de los fenómenos demográficos, en unos lugares más que en otros, aunque la merma del poder adquisitivo en los hogares a consecuencia de la recesión económica condicionó en general la planificación de los proyectos familiares.

Las crecientes dificultades para llegar con holgura a final de mes por el aumento del paro o un cambio de ocupación laboral y la falta de ayudas suficientes de las administraciones para incentivar el aumento de los miembros de la unidad familiar (unas tardaron en implantarse, otras no calaron con el efecto esperado) han dado como resultado, también en A Coruña, un descenso reproductivo. Al apretarse el cinturón o redistribuir los gastos domésticos, no pocas familias ahogaron sus intenciones de alargar la estirpe y limitaron la procreación, lo que ha ido reduciendo progresivamente el número de nacimientos. Otras abandonaron la ciudad en busca de mayores ingresos con los que criar a los hijos. Traer a un niño al mundo salía caro.

La dinámica demográfica experimentada en los últimos años, marcada por distintos factores sociales y económicos, muestra hoy una ciudad en la que, según los datos oficiales del IGE, los mayores de 64 años van camino de ser el doble que los menores de 16. Con menor población, nunca antes ha habido tantos jóvenes, 31.443, pero tampoco tantos mayores, 57.970.