Una mañana con un sol tan brillante como el de ayer poco podía hacer sospechar a quienes acudieron a las playas que la tarde se podía torcer de un modo tan rápido y contundente. Por eso, los que disfrutaban del último día de las fiestas veraniegas en Riazor y el Orzán y se vieron sorprendidos por la llegada de las nubes, acabaron por salir en estampida de los arenales, cubiertos con toallas para protegerse de la caída de la temperatura, e incluso con los hinchables que habían llevado. Y es que el tiempo en A Coruña siempre acaba por recordar lo cambiante que es, sin tener compasión ni por los bañistas.