Algunos niños escogen como actividad extraescolar el hockey sobre patines, el ballet o las clases de dibujo, pero otros se decantan por el arbitraje. El colegio Liceo La Paz, donde se imparte esta disciplina, tuvo ayer un invitado especial, Antonio Miguel Mateu Lahoz. El colegiado más mediático de Primera División ofreció consejos a los alumnos con el deseo de que "se acepte la figura arbitral" igual que se hace con los jugadores o entrenadores, pues todos forman parte del juego. Acompañado por los también árbitros Pau Cebrián y Roberto Díaz, confesó que de pequeño era del Valencia y del Castellón. Incluso dio sus pasos por el césped como futbolista hasta que a los 18 años se decantó por el silbato. "Mi primer partido en Primera fue un Sevilla-Sporting. Lo único que recuerdo es que me salté el protocolo porque al acabar me fui del estadio paseando", comentó.

En el salón de actos del centro educativo no solo lo escucharon con atención los pupilos de la clases de arbitraje, de entre 10 y 13 años, sino también los de Comunicación Audiovisual, que trataron de hacerse con el dominio en la tanda de preguntas. Mateu Lahoz, al que llamaron Toño durante los 40 minutos que duró la charla, intentó no dejar a nadie sin respuesta. Todos se abalanzaron para conseguir su autógrafo y a cambio le regalaron unas tarjetas, amarilla y roja, "para su próximo partido".

Animó a los pequeños a "estudiar inglés" no solo para hacerse un hueco en el deporte internacional sino también "para viajar", y aconsejó mantenerse en buena forma. "Lo que te da el deporte no te lo da nada más. Para ser árbitro, es importante estar bien físicamente porque hay que tener la cabeza muy bien aunque sea el minuto 93", manifestó. Sobre el tiempo añadido y las decisiones más polémicas, Mateu Lahoz admitió que "se aprende más del error que del acierto" pero que en ocasiones se juzga demasiado a los colegiados y eso que "no da ni tiempo a pensar si pitar a favor o en contra de un equipo". "La prensa nos da protagonismo, pero eso solo pasa en España", añade. Por eso uno de los niños le preguntó por sus continuas apariciones en El Día Después. "Hasta mi familia lo sigue. Pero no me identifico muchas veces con las cosas. No todo es lo que parece", expuso. Sobre sus guiños al principio y al final de cada partido, confesó que están dedicados a su madre, a la que "no le gusta nada el fútbol y sólo ve la televisión en esos momentos". Lo que prometió a los pequeños fue volver al Liceo para ver su evolución como árbitros.