Las amistades cambian los pilares que nos sostienen. A veces, los cambios son pequeños, solo una expresión o un gesto que empezamos a utilizar. Otras, quienes conocemos se convierten en olas que nos arrasan. Adquieren el poder de transformarnos, y pueden llegar a variar, incluso, algunos de nuestros hábitos más arraigados. Precisamente esto último fue lo que le ocurrió a Nito Da Vila. El artista, pintor desde hace décadas, sustituía hace apenas tres años sus brochas por cinceles tras un encuentro con el escultor Francisco Remiseiro, que le abría un camino artístico por el que el coruñés no dudaba en internarse. Hoy, inmerso en lo que define sin dudar como "una nueva etapa", es la talla, y no el caballete, lo que ocupa todo su tiempo. "Hasta ese momento, yo prácticamente solo pintaba, nada más. Fue con él cuando empecé en la escultura. Resultó estupendo encontrar un reto nuevo después de tantos años", explica Da Vila.

El artista se embarcaba el pasado 14 de marzo en su primera muestra sin lienzos, De animam rebus, que permanecerá abierta hasta el día 29. Lo hacía junto al propio Remiseiro, a modo de exhibición colectiva en el Palacio Municipal, a la que cada escultor ha aportado nueve de sus figuras de madera. "Las de él son cuerpos enteros, las mías son solo cabezas. Creo que puedes decir muchas cosas solo con la expresión de una cara", comenta el coruñés, del que también se pueden ver algunos de los bocetos con los que prepara sus creaciones.

Con ellas, el dúo de escultores explora en la muestra los sentimientos del ser humano. La duda, la ira o la desesperación son algunas de las sensaciones que reflejan las obras, recogidas bajo un título envuelto en una ambigüedad intencionada. "Es un pequeño error respecto al latín. De animal rebus sería lo correcto, pero preferimos que no dejara claro si se refiere al alma de las cosas, las cosas del alma o los seres vivos en general", cuenta el artista, que destaca entre las piezas un busto de su padre y una figura de Remiseiro inspirada en la desesperanzada historia de un obrero en paro con la que el pontevedrés se topó en un viaje a Polonia.

Junto a ellas, despuntan otras dos piezas que resumen el germen inicial de la muestra. La amistad entre los autores toma en la exposición la forma de dos retratos, en los que cada artista vuelca en madera el rostro del otro. "Yo me veo muy reflejado en el retrato que Remiseiro hizo de mí. Es una cabeza que tiene una mujer dentro", dice entre risas Da Vila, que inmortaliza al pontevedrés con su obra Homo patiens. "Significa el hombre que sufre. Lo hice así porque me daba la impresión de que estaba pasando por un mal momento", añade. A pesar de que esta interacción entre bustos, el antiguo pintor asegura que "la relación entre ambos" no llega al estilo. Da Vila afirma que su forma de trabajar la madera "es muy diferente" y, entre referencias a los distintos pulidos y tamaños de ambas producciones, no pierde la oportunidad de expresar la admiración que siente por su compañero. "Tiene mucho oficio, es un gran escultor", comenta el coruñés sobre quien le descubriera el mundo de la talla.

Abandonarlo, por ahora, no entra dentro de sus planes. El artista adelanta que ya está trabajando en nuevas figuras, en las que tratará de ser "más introspectivo". "Voy a mirar hacia dentro. Es posible que vuelva ocasionalmente a la pintura, pero ahora me centro en trabajar la escultura", afirma.