Depedro, el proyecto musical de Jairo Zavala, llega esta noche al Edificio Labase como parte de los Encuentros Musicales del Espacio Mahou. El artista ofrecerá un concierto íntimo en dos pases, a las 21.00 y a las 22.00 horas, en los que interpretará en acústico los temas de su último EP, Acuérdate, una extensión de su álbum El pasajero.

- Empezaba con Depedro hace una década, ¿se ha convertido el proyecto en algo muy distinto a lo que era cuando comenzó?

-¡No me he dado cuenta! Para mí es como si hubiera empezado ayer. Ocurre porque me sigue dando alegrías. Me siento muy cómodo en este traje y, cuando uno está cómodo, el tiempo pasa muy deprisa.

-Deprisa, pero con muchos frutos. Cuatro discos en total, que corona ahora con Acuérdate .

-Eran canciones que se quedaron flotando por ahí hasta que encontramos una excusa perfecta, que era reunir algunas versiones que tenía hechas y a algún compañero que nos ha ayudado. En cada álbum suelo sacar un EP, pero este en concreto sí que tiene algo especial.

-Habla de compañeros. ¿Le da otra perspectiva de su material el verlo trabajado por otros?

-Sí, lo necesito. A mí no hay cosa que me aburra más que yo mismo, así que escuchar y ver cómo suena mi música en manos de otros es como un regalo.

-Da la sensación de que concibe la música como algo colectivo.

-Es que es un diálogo. No lo entiendo de otra manera. Las cosas en la vida que importan, importan si las puedes compartir.

-Sin embargo, la idea del cantautor es mucho más solitaria.

-A mí me gusta más la palabra cantor que cantautor. Cantor es más popular. No te canta nunca desde la atalaya, sino a tu lado. Estar tú solo con tu ombligo no me llama nada la atención. Yo siempre he estado colaborando.

-Incluso en Senegal. Se fue allí con el documental Casamance: la banda sonora de un viaje. ¿Cómo vivió la experiencia?

-Fue inolvidable. Lo hice de mano de Paloma Zapata, una realizadora que me llevó allí a encontrarme con parte de mis raíces familiares. Eso destapó el tapón, abrió puertas en mi cabeza creativa y me ayudó a terminar algunas canciones de El pasajero. En el disco hay dos temas que compuse en instrumental para la banda sonora y a los que luego le puse letra. Después claro, me pasé e hice demasiadas. Uno no sabe cuándo frenar cuando tiene mucho motor.

-Con tanto viaje, ¿es inevitable el mestizaje de sus temas?

-Mis viajes me van llenando la maleta de colores que utilizo para vestir mis canciones siempre. Intento no perder la voz propia, y que sea siempre una canción reconocida en mi discurso musical, pero sí que está adornado con mis sonidos favoritos, que van cambiando.

-En diez años han sido muchos. "El viaje en la profesión de la música tiene muchas curvas", decía en una ocasión. ¿Descarriló alguna vez?

-Hemos descarrilado muchas veces, eso es parte del trayecto. Las curvas es lo que hacen, que a veces no las ves. El camino no es fácil ni rápido, pero eso lo hace más interesante . Si disfrutas de él, vas a llenarte el saco con muchas más cosas. Sobre todo, en carreteras secundarias. El futuro es muy aburrido, ¿qué prisa hay por llegar al final?