Han pasado 24 años pero, el próximo 8 de septiembre, Antonello Allemandi volverá a coger la batuta para ponerse al frente de Il Pirata, la obra de Bellini que dirigía por última vez en Múnich en 1994. Con dos décadas en el mundo de la música -recién cumplidas este verano- y en compañía de la Sinfónica de Galicia, el sobrino de Alberto Zedda abrirá la Temporada Lírica a las 20.00 horas en el Palacio de la Ópera, en el que compartirá escena con la soprano Saioa Hernández, el tenor Yosep Kang y el barítono Juan Jesús Rodríguez.

- Il Pirata tuvo un gran éxito en su estreno, pero desde entonces ha tenido pocas reposiciones.

-Sí, porque de Bellini hay óperas más famosas, como Norma. Pero Il Pirata es precioso. En los años 50, se hacía en una versión muy reducida, pero la que haremos aquí será bastante integral.

-Es una obra compleja para los cantantes, ¿también entraña dificultades para los directores?

-Bueno, el bel canto es un estilo un poco aparte de lo que puede ser el estilo sinfónico. Especialmente en títulos italianos, en los que hay una flexibilidad en el tempo muy fuerte. La melodía hay que acompañarla, no tocarla de manera mecánica. Esto parece simple, porque en la partitura no hay mucha dificultad técnica, pero es muy importante.

-¿Cómo ha sido su trabajo entonces, con los cantantes y la orquesta?

-Muy bueno, la orquesta es óptima. Hace tiempo, hicimos en Pésaro una ópera juntos, y la verdad es que me encuentro muy bien con ella. Los cantantes también son muy buenos. Para este título tienen que serlo, porque hay agudos, agilidad, cantabile?

-Usted ya había dirigido Il Pirata en otras ocasiones, pero hace mucho tiempo...

-Sí, hace 24 años que no dirijo Il Pirata. Pero es interesante, porque empieza con una especie de tempestad y, el título que haré después en Moscú - Otello- también se inicia con una tormenta. Hay algo de parecido entre las piezas.

-El Otello que dirigirá será el de Verdi, un compositor que predomina en su repertorio. En él también destaca Rossini. ¿Es un legado de Alberto Zedda?

-Sí. ¡Grande Alberto! Pequeño de estatura, pero grande como persona [risas]. La primera vez que dirigí fue gracias a él. A los 21 años empecé como profesional, y ahora tengo 61, así que llevo 40 años moviendo el aire [se ríe].

-Decía el director José Miguel Pérez-Sierra que era una fuerza de la naturaleza.

-¿Zedda? Sí. Zedda era impresionante. Tenía una vitalidad, una energía? Con 85 años, se pasaba ensayando diez horas al día. Tenía un entusiasmo enorme. También carácter, porque cuando algo no le gustaba lo decía [ríe], pero era una personalidad muy importante para la música italiana.

-¿Qué le dejó a usted de enseñanza?

-Me dejó una enseñanza a nivel humano. También ha sido un punto de referencia para mí el haber tenido tres presencias en el Rossini Festival. Hay directores de orquesta que nunca lo han dirigido, pero yo estuve en los 90, el 2005 y el 2007. Además, yo, como Zedda, sigo disfrutando de la música después de 40 años. Normalmente, si le preguntas a un chico de 15 años qué quiere hacer en la vida, el 99% te dirá que futbolista. Pero mi sueño a esa edad era ser director de orquesta. Y hacer eso durante 40 años es mucha suerte.

-¿Lo tenía claro tan pronto?

-Sí, estaba seguro. Era como una iluminación [se ríe]. Dedicaba todo el tiempo a comprar partituras, y a ver los ensayos. Yo he visto toda mi vida ensayos en la Scala de Milán, a todos los directores que pasaron por la Scala. Era un periodo de formación, y trataba de sacar lo máximo posible.

-Habla de los 90, ¿ha cambiado mucho el mundo de la dirección desde entonces?

-Sí. Hoy, la gente que se diploma en Dirección de Orquesta tiene una técnica superior a la de los grandes directores del pasado, cuya técnica era más artesanal. Eso hace más fáciles las cosas, pero el problema viene cuando hay alguien que es muy claro técnicamente, pero no tiene la esencia de la música. Hoy vivimos en un mundo de apariencia, en el que algunos directores son más vídeo que audio. Hacen muchos gestos, pero la música es otra cosa.