Aunque se realice sin representación, conseguir un altísimo nivel medio en una ópera en concierto no resulta nada fácil. Pongamos este caso, por ejemplo: se necesitan siete magníficos cantantes, una excelente orquesta de cámara y un gran director. Pues bien: eso hubo en este Serse que hemos escuchado en el Palacio de la Ópera. Y por ello, en conjunto, el resultado fue extraordinario. Lo cual, además, estuvo refrendado por las aclamaciones que, al finalizar el acto musical, dirigió el público, primero al conjunto de orquesta, director y cantantes; y después, de manera individual a cada uno de ellos. Es curioso: la ópera barroca no parece tener el "tirón" de la ópera romántica; de hecho, en esta ocasión, no se llenó el auditorio del Palacio. Pero, los que asistieron mostraron un enorme entusiasmo, al punto de convertir el Serse, de Haendel, coruñés en uno de los grandes hitos -que los ha habido, y muchos- de la ópera en A Coruña. La base instrumental es una orquesta de cámara, Il Pomo d'oro, con 18 integrantes de primerísimo nivel y que además son muy jóvenes. Están dirigidos por un músico excepcional que imprime a la música de Haendel toda la enorme potencialidad que posee; y, con su dirección activa, nerviosa y comunicativa, suscita en los instrumentistas una tremenda vitalidad que se transmite de manera inevitable al oyente. Los siete cantantes, espléndidos. Es verdad que hay una pareja protagonista que desempeñan el contratenor Fagioli y la soprano Inga Kalna; uno y otra reiterada y especialmente aclamados. El primero, de manera muy especial en su aria de bravura del final del acto tercero; el contratenor tucumano es un cantante excepcional por su voz amplia y, acaso sobre todo, por su impecable escuela de canto. La soprano letona estuvo espléndida, sobre todo en el notable dúo con Vivica Genaux, magnífica ésta en otro importante papel. Y mantuvieron ese altísimo nivel a que nos hemos referido, el bajo (probablemente, bajo-barítono), Andreas Wolf, dotado de un bello timbre en toda la extensión de su voz; la notable soprano portuguesa, Ana Quintáns; y el bajo Biagio Pizzuti, muy brillante como cantante y como actor. Mención aparte para la mezzo, Luciana Mancini, que sustituyó de manera perfecta a Marianna Pizzolato, prevista en principio y ausente por indisposición. Uno de los grandes hitos.