El psicólogo Eparquio Delgado, que ofreció ayer una charla en la Domus, se encuentra en su consulta con padres preocupados por el uso excesivo de internet de sus hijos. Desmonta el mito de que exista una adicción y apuesta por implantar normas de conducta sobre el uso del móvil. Recuerda que el primer paso debe ser dado por los adultos.

-¿Es erróneo hablar de una adicción a internet?

-Sí. Ni es un diagnóstico reconocido, ni es un diagnóstico útil, ni es una etiqueta desde mi punto de vista que permita acercarnos de forma eficaz al fenómeno del impacto de las tecnologías de la información y comunicación. Hablar de adicción en internet es un sinsentido. Una adicción es una conducta. Cuando hablamos de adicción al tabaco, no es a coleccionar cajetillas en casa, es adicción a fumar. ¿Pero qué es la adicción a internet? ¿A hacer qué en internet? Si casi todo lo hacemos con internet.

-¿Por qué se ha llegado a hablar de que internet engancha?

-El lenguaje se populariza muy pronto. Es importante tener claro el uso que le damos a las palabras para comunicarnos en la vida cotidiana o para expresar una preocupación. El lenguaje psicológico, sobre todo, se presta mucho a ello. Hoy ya no se usa tanto pero recuerdo que hace unos años se decía mucho “estoy deprimido” o “fulanito tiene una manía”, cuando técnicamente una manía es otra cosa. Ahora se habla de estar enganchado o ser adicto para referirnos a que alguien utiliza algo mucho o pasa mucho tiempo en algo, pero eso no significa que sea una adicción. Una adicción es otra cosa.

-¿Cómo se define?

-Una adicción es un fenómeno con tres características fundamentales: Un patrón problemático de consumo, tolerancia y abstinencia. Es decir, el consumo de la substancia me tiene que provocar problemas laborales, personales o de salud y aún así lo sigo consumiendo. Abstinencia es que cuando no lo consumo tengo un gran deseo de consumirlo o me siento mal. Y la tolerancia es que el efecto de la substancia va reduciéndose a medida que la voy consumiendo y necesito más substancia para conseguir el mismo efecto. Así se define tradicionalmente una adicción.

-Pero hay una preocupación real por el uso excesivo del teléfono, por ejemplo.

-Sí. Hay preocupación por el impacto de la aparición del smartphone, de que estamos viendo que muchos adolescentes y adultos pasan mucho tiempo con sus móviles. Pero conceptualizarlo como adicción no nos sirve. Oculta los factores del problema, como la soledad o la dificultad para relacionarse. Aunque primero habría que ver hasta qué punto es un problema. Hoy casi no se habla de la televisión y hace años era todo sobre adicción a ella. Sin embargo, el número de horas que dedicamos a la televisión no ha bajado. Lo único es que hemos normalizado el estar muchas horas delante de la pantalla, cuando hace unos años eso lo considerábamos un problema. Ahora consideramos un problema que los niños vean YouTube, pero es que estamos ante el desplazamiento de las generaciones mas jóvenes de la televisión a internet.

-¿A qué se debe que los usuarios pasen tanto tiempo en las redes sociales?

-Muchas veces está relacionado con el estilo de vida. Nos pasamos todo el día en aplicaciones que nos relacionan con otros. ¿De verdad preferimos hablar por un chat que vernos? No, preferimos vernos pero no tenemos tiempo. ¿Y por qué no tenemos tiempo? Hoy por hoy conciliar la vida laboral v las obligaciones domésticas con una vida social es cada vez más complicado porque tenemos trabajos más precarios. Luego también se usa mucho Instagram y en eso también hay algo de una cultura de la exhibición. Eso es más interesante de analizar que el concepto de adicción.

-¿Habría que educar a los jóvenes en el uso de internet y las redes sociales?

-Tenemos una responsabilidad como sociedad. Las sociedades van cambiando y las tecnologías van cambiando a la sociedad. A veces nos movemos en un continuo que va desde la tecnofobia, una especie de rechazo a la tecnología, hasta la tecnofilia, que es creer que todo lo vamos a arreglar con la tecnología. Ni una cosa ni la otra. Hay cambios sociales y estos implican que tenemos que establecer nuevas normas de conducta. Por ejemplo, quitarse un sombrero cuando llegas a un sitio cerrado. Es una norma de cortesía que hemos ido creando y transmitiendo. A lo mejor tenemos que transmitir también unas normas de conducta sobre el uso de los teléfonos móviles. Creo que urge. Pero para eso tenemos que empezar siendo los adultos los que establezcamos las normas.

-¿Se habla menos de que los adultos también usan continuamente el móvil?

-Sí. Nos encontramos con padres que se quejan de que sus hijos están todo el día pegados al móvil, pero la primera pregunta es ¿cuál es el uso que haces tú del móvil? ¿Eres consciente? Porque no podemos pedirle a nuestros hijos que hagan una reducción del uso del móvil si nosotros estamos todo el día pegados a la tablet. Se ha comentado que el próximo manual del diagnóstico de trastornos mentales de la Organización Mundial de la Salud. Va a incluir la adicción a los videojuegos. Tengo la sensación de que la preocupación por los videojuegos no es la misma que hace diez o quince años. Es posible que eso tenga algo que ver con que hoy muchos jugadores son gente que tiene 40 años. Ahora son los padres los que juegan a los videojuegos. Al final la consideración entre lo que es normal y lo que es patológico es más una consideración sociohistórica que un hecho en sí mismo. Lo que consideramos un problema es un acuerdo social.