¿Un aumento de iluminación crea un entorno más seguro? ¿Es eficiente para reducir la delincuencia? A estas preguntas y a la creencia general de que cuanta mayor luz hay en una zona oscura más seguros nos sentimos respondió ayer la abogada y criminóloga Anna Almécija en una conferencia abierta al público en la Casa de las Ciencias, promovida por la Agrupación Astronómica Coruñesa Ío. La experta, también directora de seguridad en actos y acontecimientos privados, alertó de los efectos contaminantes de la sobreiluminación.

- Delincuencia y luz. ¿Cómo de estrecha es esta vinculación?

-No por más luz que pongamos vamos a estar más seguros. Hay que ser conscientes de esto. La seguridad total no existe y la luz nos da una falsa seguridad.

- ¿Es suficiente, o no es del todo eficiente?

-Desde mi punto de vista es insuficiente, debe de ir acompañada de otras medidas. Si hay inseguridad ciudadana no se soluciona instalando ocho farolas más en un lugar oscuro. Un camino solitario va a seguir siendo solitario y si te ocurre algo, por más que grites no va a ir nadie a ayudarte.

- ¿Qué más medidas hay que tomar?

-Aumentar el transporte público de noche, seguridad privada, crear más comunidad y sentirnos acompañados. Y la luz que se ponga, con criterios ambientales, iluminando hacia abajo y con la intensidad mínima necesaria, la imprescindible para que no haya un gran impacto lumínico ni derroche energético.

- ¿En qué se manifiesta el daño ambiental del exceso de luz?

-Las farolas bola tipo chupa chups que emiten luz hacia arriba son ecológicamente un desastre porque perjudican a la fauna y no vemos las estrellas. La sobreiluminación ha condenado a algunos ayuntamientos, entre otras razones por el intrusismo de luz en las casas de los vecinos. Hay que entender que eso es contaminación, igual que entendemos que los humos y la acústica excesiva lo son.

- ¿Qué debe primar entonces: la seguridad ciudadana que transmite el concepto de luz o la protección ambiental?

-Si se diera esa disyuntiva no habría problema, pero el caso es que nada demuestra que por más iluminada que esté una ciudad se van a reducir los delitos. Barcelona está sobreiluminada y hay gente que cree que tiene poca luz porque hay delincuencia. Es más, a veces la luz favorece otros delitos, como el botellón, la prostitución o acciones de grafiteros. No recuerdo en qué lugar fue que pusieron más farolas para evita el botellón y acabó yendo más gente a beber.

- Pese a ello parece que es más fuerte el convencimiento popular de que conviene reforzar la luz para que nos sintamos seguros.

-Es lógico e innato pensar que la luz nos tranquiliza, pero a veces el exceso de luz no te deja ver lo que tienes más allá. Los criminólogos sabemos cómo hay que planificar la seguridad y el movimiento de la gente, por eso se debe contar con nosotros antes de tomar medidas contraproducentes. Estamos haciendo esa pedagogía. La mayor parte de las agresiones o asesinatos que hemos tenido lamentablemente en los últimos años no han ocurrido porque la zona estuviera oscura, se han dado agresiones sexuales por la tarde, en fiestas populares y zonas iluminadas. Con los números en la mano hay que rebatir estas ideas.

- ¿Y hay datos?

-No los tenemos. Sí hay estudios sobre delitos cometidos de día o de noche, pero no conocemos la variable de la oscuridad como factor de delincuencia, y habría que saberlo.

- ¿Cómo podemos combatir ese miedo innato a la oscuridad para sentirnos más seguros?

-Partiendo de la idea de que el crimen ha existido siempre y no va a dejar de existir, no hay que ir con miedo, sino tener unas mínimas precauciones cuando se está en la calle de noche solo, como no llevar los cascos puestos, no estar pendientes del teléfono móvil, identificar los puntos clave donde se podría pedir ayuda en caso necesario. Y hay que batallar para que tengamos transporte público para zonas solitarias que nos puedan parecer más peligrosas.