Nací en Lugo, pero al poco de mi nacimiento a mi padre, Manuel, que era militar, le destinaron aquí, donde terminó su carrera, en la que durante su estancia en Bilbao conoció a mi madre, Adelina. Mi único colegio fue el de los Salesianos, en el que terminé el bachiller.

Allí tuve como compañeros a Reija, Guillermo, Felipe Rebollo y Juan Luis Sánchez, con los que tuve una gran relación e hice algunas trastadas, como latar a la novena de María Auxiliadora para ir al cine Hércules. La primera vez fue para ver una película de Tarzán en el gallinero del cine, aunque cuando llegué a casa mi padre estaba esperándome porque le avisó el alumno del colegio encargado de hacerlo, José Luis Meilán Gil, pero finalmente solo me dejó sin cenar esa noche y sin la paga del domingo.

Cuando estábamos en el recreo, muchas veces salíamos del colegio sin que nos vieran para ver a las chavalas del instituto Femenino, que iban de paseo hasta la playa del Matadero. En el colegio empecé a practicar el fútbol en la pista de arena batida que tenía, donde también se hacían campeonatos escolares.

Mi pandilla estaba formada por Teresa Oubiña, Pilonchi, Laureano, Machicha, Domin, Luis y Minador, con quienes jugaba por Adelaida Muro, el secadero de pieles, el Matadero, la finca de los Mariño y la Torre de Hércules. Al acabar el bachiller fiché por el Orzán, en el que estuve dos temporadas con Nando como entrenador y con compañeros como Cholo, Matopé, Chan y Salorio. Luego me llamaron para los juveniles del Deportivo y posteriormente para el Fabril, tras lo que debuté con el primer equipo del Deportivo en diciembre de 1965.

A mediados de 1966 el club me cedió durante una temporada al Osasuna, que estaba en Segunda División, pero al año siguiente el Deportivo descendió y reclamó que regresara. Seguí en el equipo coruñés el resto de mi vida como futbolista profesional hasta que tuve que retirarme en la temporada 73-74 por los problemas que tenía en las rodillas por las operaciones de menisco que se hacían en aquella época, cuyas recuperaciones eran largas. En esos años tuve buenos y malos momentos, sobre todo cuando descendimos a Segunda, aunque tuve grandes compañeros, como Luis, Belló, Cervera, Cholo, Machicha, Manolete o Seoane.

Al dejar el fútbol como jugador comencé a trabajar en el Banco de Granada con mi compañero Manolete, aunque no abandoné mi vinculación con el Deportivo, ya que entrené a los equipos de categorías inferiores del club, fui ojeador de futbolistas y finalmente fui secretario técnico hasta mi jubilación.

El fútbol me valió incluso para que me dieran permisos cuando hice la mili como voluntario en Infantería, ya que cuando quería salir del cuartel solo tenía que pedírselo al comandante o o al teniente diciéndoles que tenía un partido.

Recuerdo que en un mes de febrero me enviaron al campamento de Parga, donde tuve como compañeros a Isasi, Langrán, el Perseguido, Rey, Cagiao, Ríos y Rábade. Recuerdo que para quitarnos el frío íbamos a un bar llamado Las Manolas, que estaba al lado del campamento, y pedíamos unos vinos y unos huevos con patatas. Lo pasé muy bien en aquellos días gracias al fútbol y al sargento Expósito, que cuando nos arrestaban y nos mandaban a bachear la carretera del campamento, hacía la vista gorda y dejaba que nos pasara el tiempo tranquilamente, por lo que la carretera quedaba casi igual que antes.

Cuando tenía 25 años me casé con Dosi, a quien conocí en un baile de enfermeras en la sala de baile Sally y con quien tengo tres hijos: Ignacio, Óscar y Sara.