Se dice que no hay rincón de la Tierra donde no haya un gallego. En la Antártida también los hay, al menos temporalmente, durante uno o dos meses al año. Es el periodo en el que en siete años desde 2004 han estado en el continente helado, en las islas Decepción y Livingston, en el archipiélago de las Shetland del Sur, expediciones de investigación con científicos gallegos. De sus experiencias y aportaciones a la ciencia habló ayer en una conferencia en el Museo Militar el profesor de Ecología de la Universidad de Vigo Mariano de la Lastra Valdor, quien también ha encabezado misiones o completado su formación con estancias en lugares remotos como Chile, Sudáfrica y la costa de California.

¿Se acostumbra uno a estar y a trabajar en la Antártida?

Sí, ya he estado siete veces. En las dos primeras campañas, que fueron de dos meses cada una, estaba absolutamente entusiasmado. Sientes que estás rodeado por un halo místico en un lugar tan espectacular, aunque estás allí para trabajar. Notas el aislamiento y echas de menos a la familia, pero por suerte la comunicación es muy buena y Skype y WhatsApp funcionan con más velocidad que en Galicia mismo.

¿Cómo es en una expedición la rutina de trabajo?

La rutina es mucho trabajo. En una misión científica de la campaña antártica, que es muy cara y las financia el Gobierno español, apenas hay tiempos muertos; tal inversión no permite que te tomes un fin de semana o un domingo libres. Hay horarios con mucho laboratorio y salidas para recoger muestras. Te das cuenta de lo precioso que es el tiempo en ese ambiente.

¿Qué investigan los gallegos en la isla Decepción?

Allí está la base Gabriel de Castilla, que viene a ser como una pequeña ciudad. Somos biólogos y trabajamos en ecología del litoral. Los primeros proyectos tenían que ver con la fauna del litoral de las islas en las que están las bases. Después pasamos a temas de cambio climático, la materia orgánica, los ciclos del fósforo, el nitrógeno, las emisiones de dióxido de carbono, la temperatura, lo que se llama el metabolismo de los ecosistemas, que es en lo que estamos ahora. Hemos solicitado una nueva expedición para tratar de seguir a lo largo de la cadena alimenticia el rastro de los productores primarios dominantes en isla Decepción, que son las macroalgas, para seguir la ruta desde que las algas se liberan de las rocas hasta que las aprovechan los organismos.

¿Qué alcance tienen estas investigaciones?

Es un alcance limitado a la ciencia básica, y sin ciencia básica no hay ciencia aplicada. Por ejemplo, ahora tratamos de predecir los efectos del cambio climático, el calentamiento en concreto, en los ecosistemas marinos de la península antártica, en este caso la descomposición de la materia orgánica y la liberación de nutrientes fundamentales de la producción primaria en el océano antártico a partir de los ecosistemas costeros.

¿Con resultados eficientes?

Las campañas antárticas son claves porque al Antártico, sin contaminación ni intervención humana, se le considera el monitor planetario: los cambios climáticos que allí se registran son el modelo de los cambios que vaya a haber en el resto del planeta.

En su conferencia ha hablado de la aportación gallega en estas misiones. ¿Qué huella dejamos en la Antártida?

Hemos participado en muchos proyectos de investigación españoles, tanto en bases como en buques. Ha habido participación gallega desde la primera expedición de todas, un buque de Vigo con tripulación casi cien por cien gallega en una misión científica en los años setenta. También hay gallegos entre los técnicos responsables del funcionamiento de las bases y en el personal militar.

¿Qué peso tienen los científicos españoles en la Antártida?

Nuestro trabajo en las campañas antárticas está muy bien valorado, con resultados que se ven poco a poco y publicaciones en las mejores revistas del mundo. Con solo dos bases estacionales, España está en el octavo puesto en términos de contribución científica a nivel mundial.