"Recuerdos, imaginación" y las canciones de Marlene Dietrich "más hermosas". Esa es la materia prima que Ute Lemper ha empleado para Rendezvous with Marlene, un espectáculo construido sobre la conversación de tres horas que la artista mantuvo con la diva alemana en 1988. La charla, telefónica, se producía después de que Lemper le enviara una carta a Dietrich, en la que se disculpaba por las constantes comparaciones con la estrella que estaba recibiendo tras recibir el Moliére Award. La cantante rescata ahora esa llamada, que grabó en su "mente" y su "corazón", y que llevará este jueves 30 de mayo al escenario del Colón (20.30 h.) dentro del ciclo Galicia Importa.

¿Cómo recuerda a Dietrich?

Recuerdo que Marlene me pareció una mujer innovadora. Un espíritu libre, seductor. Era un mito, pero su historia alemana no es algo de lo que se haya hablado mucho, y había algunas nubes negras adornando su legado.

¿No cree que este proyecto reavivará sus comparaciones con ella?

Yo siempre he apreciado esas comparaciones, fue más bien un honor que me llamaran Marlene Dietrich. Pero, al mismo tiempo, ya entonces sabía que no era para nada como ella. Era muy joven, indomable a mi manera. Había crecido con la música de los 70, con Pink Floyd y The Beatles... Y nunca me conformé. Bueno, eso ha sonado mucho a Dietrich, ¿no?

Y también a que ahora se siente muy distinta

Ahora soy mucho mayor y tengo suficiente distancia respecto a todo. Respecto a este mundo, mi carrera, la sociedad, las presiones... Sin embargo, también me siento suficientemente cercana a su dignidad, a su dolor, su soledad y su hedonismo. Interioricé su historia y me identifiqué con ella.

¿Por eso ha querido mirar atrás?

Lo hice porque el año pasado me pidieron que interpretara a Dietrich en 3 producciones, y estaban llenas de estereotipos. Entonces se me ocurrió. ¿Por qué no escribo mi propio espectáculo y lo baso en el único encuentro personal que tuve con ella? Hay muchos retratos de Marlene ahí fuera, pero este viene de mi corazón.

Usted, como ella, se asentó en Norteamérica. ¿Cómo es hoy su relación con su Alemania natal?

Soy una alemana con una relación complicada con mi país. Como Dietrich, también fui una expatriada que nunca cantaría el himno nacional alemán. Sentí una gran ira y horror respecto a la historia del régimen nazi y por supuesto por el Holocausto. Habiéndome casado con un judío neoyorquino, tengo mucho que separar en mi corazón sobre mi país.

"No me siento muy alemana", confesaba hace un tiempo

Es doloroso tener sentimientos como esos. Como si no perteneciera a donde he nacido, o como si no pudiera pertenecer allí...

Le perseguirán las heridas de aquella Alemania dividida

Eso era nuestra realidad. No conocíamos otra cosa. Nosotros teníamos parientes en la parte este, que recibían paquetes nuestros cada mes. Y pensábamos que esa separación duraría cien años. Nadie creía en la caída del Muro de Berlín hasta que sucedió con la Perestroika y la reforma de Gorbatschow.

A nivel artístico, uno de los periodos en los que más se ha enfocado ha sido en la República de Weimar. ¿Esas canciones tenían un halo especial?

He mantenido vivo el diálogo sobre ese capítulo de la historia como una misión de vida. La época de la República de Weimar fue extremadamente progresista y aventurera. En el contexto de completo caos y miseria de la Primera Guerra Mundial y la inflación, las artes exploraron nuevas áreas, y rompieron con todos los moralismos.

Hoy también vivimos tiempos complicados, ¿la cultura sigue siendo una distracción?

La cultura evoluciona muy rápidamente hoy. Año tras año, vemos como la digital engulle estas composiciones del pasado.

¿Peligran también las de Kurt Weill? Usted es una gran fan

Kurt Weill ahora es un clásico, y también un testimonio de tiempos pasados. Pero sus espectáculos con [Bertolt] Brecht todavía exploran la adicción al materialismo que el ser humano tiene en una sociedad capitalista. La escena política actual refleja exactamente lo que Brecht predijo. Todo es negocio, todo es una estafa. El individuo no tiene control frente a las corporaciones. El mundo está dirigido por el poder financiero.

Frente a eso, usted siempre habla del poder del artista

Las artes pueden abrir conciencias. Son el único recordatorio de que el sufrimiento humano es universal, de que la capacidad del mal es impactante y de que el anhelo de amor es eterno.

Pero no parecen suficiente para parar los pensamientos más cerrados. ¿El auge del nacionalismo hará tambalear la idea de Europa?

Sí. Es un movimiento reaccionario que bloquea el progreso y la evolución en nuestro mundo global. Cuando cojo el metro en Nueva York siempre pienso que ese es el mundo del mañana. Todo el mundo es de todas partes. El nacionalismo es solo un aferrarse de forma desesperada al pasado, y tendrá que rendirse eventualmente a ese concepto de crisol.

En España suelen ponerles como ejemplo en cuanto a memoria histórica. ¿Las heridas están tan cerradas en Alemania como parece desde fuera?

Esas heridas nunca se van a cerrar. Nunca en la historia un genocidio sistemático de 6 millones de inocentes fue realizado de un modo tan organizado y apoyado por una nación entera. Yo diría que ese triunfo del mal debe ser recordado para siempre, y que se debe hablar sobre él para ser conscientes de lo que el ser humano es capaz de hacer. Ahora que casi todos los supervivientes del Holocausto están muertos, necesitamos mantener viva la memoria.