Un hecho insólito captó la atención de los vecinos y transeúntes de la calle Álvaro Cebreiro, antes conocida como General Mola, el pasado viernes. Las luces del histórico café Marfil estaban encendidas, y sus puertas abiertas tras más de diez años de pestillo. Tras la barra, Manuel, hijo de sus antiguos dueños, aquellos bajo cuya gestión el local se convirtió en sede indiscutible de interminables partidas de ajedrez, parchís y dominó. "Se jugaba en esas mesas del fondo. Las mesas del dominó tienen que ser de mármol, para que las piezas suenen. Si no, pierde su gracia", señala Manuel.

No es el único elemento rescatado de aquellos años que forman parte de la actual disposición del bar. Sus paredes están hoy revestidas con algunas de las baldosas que alicataban el suelo del Marfil de antes del cierre. La vieja caja registradora del local de sus padres sirve ahora de elemento decorativo en el nuevo establecimiento. También lo hacen algunas de las molduras que antaño adornaron los muros, que hoy lucen la piedra y el ladrillo al descubierto.

El nuevo Marfil es todo un homenaje a aquel que durante más de setenta años despachó cafés y coñacs bajo ese nombre en el centro de A Coruña, entre cuyos muros nació y se crió su hoy propietario. Sin embargo, no fue siempre el Marfil. Antes fue el Boxing, ya que era el local predilecto de los boxeadores que entrenaban en un gimnasio aledaño. Más adelante pasó a llamarse el Argentino de Lugo; finalmente, el Marfil que muchos coruñeses recordaban con nostalgia hasta este viernes.

Los hay que todavía rememoran aquellos primeros años. "El viernes, a la una y media de la mañana, bajó una señora en camisón. Me dijo que a este local venía con su padre de niña. La señora pasaba de los 80 años", relata Manuel. En su día, los compromisos familiares y profesionales le obligaron a echar el cierre. En principio iban a ser un par de años, luego se alargó.

La nueva reapertura no es casual ni impulsiva, lleva gestándose cinco años. "Este tipo de edificios tienen mucha complicación patrimonial, restaurarlo llevó tiempo, pasamos años acondicionándolo. Fue un proceso largo".

El proceso culminó con la apertura de puertas el pasado viernes. Enseguida empezaron a entrar clientes. Manuel no había planeado ningún tipo de inauguración, no había ni caja ni lista de precios. "A los que vinieron esa noche, los invitamos", explica el dueño, primer sorprendido por la enorme expectación. La reapertura no llega sin planes de futuro, ya que pronto se habilitará la planta superior como sala de actuaciones. Las novedades no han impedido recuperar las antiguas tradiciones. "Bajamos los juegos de mesa y el otro día aquí se formó una timba de parchís a la una de la mañana", explica Manuel. Fuera, la gente que pasea apoya las cabezas en el cristal para cerciorarse de lo que ya es una realidad: el Marfil y sus tardes de juegos están de vuelta en la ciudad.