Faltaban dos años para que se hiciera realidad, pero el temor comenzaba a extenderse entre los establecimientos hosteleros. El Gobierno central planeaba prohibir consumir tabaco en todos los locales públicos, independientemente de la actividad a la que se dedicaran, tras haber impulsado una ley tres años antes que obligaba a separar a fumadores y no fumadores en locales de restauración. Todos los empresarios eran unánimes ante el miedo a perder clientela y reducir los ingresos. Calculaban que estaba bajada podía llegar al 50% de lo que ganaban en ese momento como había sucedido, decían, en Italia y Reino Unido.

"Muchos clientes van a dejar de venir, porque sin pitillo no toman el café", explicaban los propietarios del restaurante Cosmoba, mientras que un cliente habitual del Bar Sanín añadía: "Si no me dejasen fumar aquí ni siquiera entraría". Otros eran menos radicales y consideraban que los usuarios se acostumbrarían a fumar en la calle, como ya era tradicional en otros países europeos, aunque ninguno dudaba de que los establecimientos se iban a "resentir" económicamente en un grado u otro. Otros recordaban que habían asumido grandes inversiones para modificar los locales para evitar el humo a los no fumadores. "Tantos millones que gastaron en la reforma para que ahora no valga de nada. Hay que pensar en los demás", comentaba otra dueña de bar.

Bajada de ventas

También los estanqueros estaban intranquilos antes el proyecto legislativo del Ejecutivo central, pero también relacionaban la bajada en sus ventas en la crisis económica. "La gente joven se ha pasado al tabaco de liar", explicaba un propietario de estanco, mientras que otra sí que relacionaba el descenso de ventas en que muchos fumadores habían dejado el hábito con el inicio de las prohibiciones. "Vamos a tener que pasarnos a las gominolas", se resignaba la empresaria.