La relación de Rubén Someso con la música empezó en el Conservatorio, y conectó con la gestión cultural a través de un máster que le sirvió como trampolín para organizar conciertos en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC). Ahí empezó su contacto con la enseñanza infantil. "Esa fue mi introducción en el mundo de los niños", reconoce. Ahora da clases y talleres a madres y bebés basadas en metodologías de educación musical. "Les aporta muchísimas cosas", expone.

La prueba, ayer en el centro infantil Pipoca, donde compartió con las familias clases de música y ejercicio físico. "Son las actividades que más desarrollan la neuroplasticidad", expone. Su aprendizaje fue evolucionando a medida que recorrió el mundo.

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Educación musical en la escuela infantil Picoca

De Londres a Zaragoza, pasando por La Haya y Rotterdam. "El cerebro va cambiando y la actividad que más estimula ese cambio es la música", comenta, mientras desvela que en sus talleres se puede comprobar que las canciones y melodías "crean vínculos emocionales". "Se activan las neuronas espejo, que son las que nos permiten entender las emociones de los demás", explica. Rubén Someso apuesta por crear "un entorno musical" en el que el niño aprende por sí mismo, "igual que cuando aprende su lengua materna".