Rosa Rodríguez y Tere Suárez llevan en Matogrande desde que nació el barrio, hace 25 años. Recuerdan que cuando compraron sus viviendas, la publicidad anunciaba pequeños parques en las plazas entre edificios. "Pero nunca pasó". Lo mismo ocurrió con los bajos. Algunos iban a ser dedicados a espacios diáfanos para vecinos y hoy son garajes. En su aniversario, al triángulo perfecto al borde de la avenida de Alfonso Molina no le falta vida. Consolidado como barrio, es un bullicioso polo residencial y terciario de cerca de cuatro mil habitantes pero arrastra problemas derivados de cómo se concibió: poco espacio libre y mucho coche. A pesar de tener menos historia que otras coruñas, hay un sentimiento fuerte de pertenencia y son pocos los que se mudarían. Todos esperan que la transformación que se avecina en su periferia abra puertas a las mejoras pendientes desde hace un cuarto de siglo.

"Forma parte de un periodo en el que las ciudades se expandieron sobre el territorio, sin variaciones significativas de residentes", explica el urbanista Luciano Alfaya, "a diferencia de la planificación urbanística de décadas anteriores, los espacios verdes pasaron a ser residuales y de borde, en lugar de servir de lugares centrales de convivencia y el vehículo se convirtió en el elemento configuración de la forma urbana".

Alfaya, del estudio MMASA, analizó en profundidad hace diez años este y el resto de barrios coruñeses, con un equipo de arquitectos, sociólogos e ingenieros. El resultado fue una publicación de referencia, A cidade dos barrios, editada por el Colexio de Arquitectos. El capítulo Matogrande, urbanismo con básicos de jardín, se explicaba que, "en un momento en el que se estaba fraguando el último boom inmobiliario, los arquitectos, constructores y promotores" tradujeron sus ideas bajo el "denominador común del ahorro y la extrema sensibilidad del territorio, es decir, haciendo lo mínimo, plantando césped con cuatro arbustos (a veces), escatimando (material y conceptualmente) en el mobiliario urbano y poco más".

El libro relata que fue presentado como un barrio de lujo para una población de cierto poder adquisitivo a la que se le prometió calidad de vida, pero esta se quedó en lo privado, en pisos y servicios, y le faltó lo público, espacios y equipamientos. Todo esto a pesar de que pudo ser ordenado desde cero, con una planificación que comenzó allá por 1972, que se plasmó en el plan general de 1985 y en el plan parcial un año después. Además, se construyó en una misma unidad temporal, de 1994 a 2003.

El proceso no estuvo exento de polémica. Tanto IU, con Geluco Guerreiro, como la oposición municipal del PP con Augusto César Lendoiro al frente, denunciaban en 1990 que parte de los terrenos donde se planificó el barrio pertenecían a Illano SA, empresa de la mujer del alcalde, Francisco Vázquez, y su familia, a igual que otros terrenos por edificar en el Paseo de los Puentes. Vázquez no negó la propiedad de 4.000 de los 170.000 metros cuadrados pero sí las irregularidades, puesto que el plan general era de 1985 y su mujer había entrado en la sociedad en 1990, relataba El País. Instaba a sus detractores a acudir a los juzgados.

En busca de zonas verdes

El gran ejemplo los problemas con el espacio público es su corazón. No es una plaza, es una gran rotonda. El plan parcial de Matogrande define el lugar como "una plaza circular" dentro de la categoría de "zona verde de carácter público" y el plan general como un "parque o espacio libre con interés", dentro de la red de corredores verdes ideada por Joan Busquets y apenas desarrollada. "La realidad es una rotonda en la que su uso no solo es complicado por la falta de condiciones de urbanidad elementales, como mobiliario urbano o protecciones del tráfico rodado, sino que está directamente prohibido", describía A cidade dos barrios.

Diez años después, Alfaya sigue poniendo el acento en este punto del mapa, como un primer paso para la mejora de la calidad urbana del barrio, cuyos últimos hitos de promoción municipal fueron la construcción del aparcamiento y el polideportivo. "La mayor fortaleza de Matogrande es su ubicación, progresivamente va ganando centralidad y, como sugiere el plan general, esta zona seguirá aumentando su actividad e importancia", comenta el urbanista, que cree que la nueva situación debería servir para "facilitar e incremento de espacios libres centrales".

El primer paso será convertir la rotonda en una plaza real e introducir "árboles en algunos de los viales existentes". "Con esto se mejoraría la calidad del espacio para el peatón y se generarán nuevos lugares de convivencia con menos exposiciones al viento y al paso de los vehículos de alta velocidad", concluye. Los vecinos ven la misma oportunidad, que asocian al nacimiento del ofimático.

El presidente de la asociación vecinal, Esteban Velasco, recuerda el proyecto pendiente por el que se convertiría en un área recreativa y deportiva pública una zona que actualmente se encuentra ocupada por instalaciones de almacenamiento de combustible. En el mandato anterior se pactó la cesión de los terrenos, queda desarrollar el proyecto. Sobre los servicios para los vecinos, incluso para el centro cívico o la escuela infantil que no tienen, confía en que el terreno reservado a equipamientos en el ofimático lo resuelva.Los vecinos plantean sustituir y ampliar el mobiliario urbano. "Hay muy pocos bancos y la gente mayor lo nota", comenta. El presidente de la asociación vecinal,Esteban Velasco, detalla que hacen falta "papeleras y contenedores".

La movilidad y la vitalidad

El otro gran debe de Matogrande, 25 años después de que los primeros vecinos estrenasen sus pisos, es la movilidad. "El coche domina y protagoniza la vida en el barrio", describía A cidade dos barrios hace un decenio, para hablar de "una isla rodeada completamente por las grandes infraestructuras de comunicación, quedando conectado peatonalmente al mundo exterior a través de dos pasarelas y de los pasos de peatones situados de tal forma que la mitad de los ciudadanos que entran y salen del barrio no los emplea nunca".

Los urbanistas constataban que la movilidad, en transporte público o en automóvil privado y sus consecuencias (falta de líneas de bus, malas paradas, doble fila, ruido, contaminación...), era continuo motivo de debate entre los vecinos.Y lo sigue siendo. "Hay muchos coches", se queja Antonio Fernández, que se mudó hace un año y medio. Esto, además de provocar problemas de aparcamiento, genera contaminación acústica.

"Estamos bien comunicados con el centro e incluso se puede ir andando en poco tiempo y de forma segura",

cuenta Rosa Rodríguez, que reconoce que haría falta "reforzar el servicio de autobuses urbanos". La vecina relata cómo la línea 1A llega hasta la rotonda del colegio Liceo, en el centro del barrio, pero se suprimió el trayecto del bus 4 hasta allí. Luciano Alfaya augura que, aunque abra el ofimático, Matogrande, el barrio con mayor porcentaje de bajos ocupados tras el centro, va a seguir siendo referencia en cuanto a actividades. "Este hecho puede incrementar todavía más el protagonismo del vehículo privado", alerta.

La vitalidad interna es, así, la gran baza de Matogrande.Aunque los vecinos reconocen que es necesario hacer mejoras, para hacerlo más accesible y cómodo, coinciden en que lo mejorde la zona es que "tiene de todo". "Puedes pasarte meses sin ir al centro. Aquí hay de todo", comenta Rosa Rodríguez, que llegó en 1994. Para Antonio, que lleva solo unos meses, "la oferta es muy amplia con zapaterías, peluquerías, bares y librerías". Ve el barrio "muy dinámico" con locales que cambian "continuamente", como los de hostelería, que atraen también a clientes de toda la ciudad.