Los dos únicos locales que permanecen abiertos en la atalaya de San Roque, en el Campo da Leña, operan en precario desde el año 2005. La concesión municipal a la que un día estuvieron sujetos expiró hace 14 años, tras lo cual la mayoría de negocios que se ubicaban en el inmueble echaron el cierre y la atalaya quedó en estado de semiabandono.

El Concello ha manifestado su intención de buscar una ocupación para los locales vacíos, sin aclarar el futuro de los negocios que todavía funcionan en el inmueble, un establecimiento de venta de pollos asados y una clínica de podología. Los locales restantes estuvieron en su día ocupados por, al menos, una librería, un zapatero, una mercería y un estudio de fotografía, que compartían pasillo y baño interior y fueron cerrando progresivamente.

Foto Tonecho fue uno de los negocios más conocidos de los ubicados en la popularmente conocida como "lágrima del Campo da Leña". En su caso particular, fueron los descendientes del propietario los que cedieron voluntariamente la licencia al Concello al no estar siendo usado el negocio para lo que estaba estipulado. "Ahora sigue siendo propiedad municipal, no han vuelto a sacar concesiones, pero se encuentra en estado de abandono", relatan desde el Archivo de Foto Tonecho.

Pese a que existe un proyecto de reforma del inmueble que llegó a encargar el mandato anterior, y que se encuentra hoy a disposición del área municipal de Urbanismo, este no se ejecutará hasta que el nuevo ejecutivo haya encontrado una finalidad de uso para la atalaya.

Pese a su valor patrimonial, la construcción se encuentra a día de hoy desprotegida y a merced de actuaciones que puedan modificarla e incluso destruirla, al figurar en el plan especial de la Ciudad Vieja como parte del Sistema Viario Local. La estructura se asienta sobre los terrenos en los que un día estuvo erigida la capilla de San Roque, que aparece representada en la cartografía desde el siglo XVIII y que fue demolida en 1947. Tras el derribo, aparecieron en lo que había sido su nave izquierda unos restos que, sin haber podido confirmarse, podrían haber pertenecido al general Porlier.

La Concejalía de Rexeneración Urbana del Ejecutivo anterior llevó a cabo un intento de protección del inmueble al proponer su inclusión en el catálogo de bienes protegidos del plan general. El departamento presentó un documento en el que enumeraba este y otros bienes susceptibles de ser protegidos, caracterizados por ejemplificar la arquitectura popular representativa de algunos barrios de la ciudad.

En el mismo informe figuraban otros inmuebles como el Museo de Arte Sacro, de Gallego Jorreto, que custodia los tesoros de la Colegiata, el edificio racionalista de Riego de Agua 30-32, donde se ubica la Asociación de Artistas, y la Travesía de San Andrés 3, considerada la única huella restante de los orígenes e la Pescadería Norte. Sin embargo, esta pretensión no llegó a verse realizada al ser esta ámbito del plan especial y requerir, de esta forma, una modificación del mismo. El documento, firmado por el anterior jefe de Planeamiento, Luis Peña, emparentaba la estructura con otras dos construcciones: la escalinata de Santa Lucía, sujeta a concesión municipal y construida una década antes, y las arcadas de la Playa de Riazor, que datan del mismo año que la atalaya, ambas catalogadas en el plan general y el especial.