El café Copacabana ha echado, por fin, el cierre, tras 48 años abierto sin descanso y tras más de cuatro en precario a la espera de su salida a concurso. Su clausura, que se ha producido antes de que el negocio fuera adjudicado a otro concesionario, deja a cinco empleados en la calle y en incertidumbre.

Una situación que no se habría producido de no haberse precipitado el cierre del negocio tras las muchas dilaciones en el proceso de salida a concurso y posterior adjudicación. La demora, según el anterior Ejecutivo, respondía a la necesidad de elaborar planos nuevos del lugar para realizar una reforma de acondicionamiento. "La instalación había llegado a su límite, necesitaba ser renovada, lo que implicaba elaborar un plano desde cero, un trabajo complejo y que lleva su tiempo", admite el que fuera edil de Turismo en la pasada legislatura, Alberto Lema. "Sin embargo, la dilación fue excesiva, hay que asumirlo", reconoce.

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Copacabana cierra tras 48 años en A Coruña

El Gobierno anterior dejó preparados unos pliegos con las condiciones del concurso, en los que sí se contemplaba la subrogación íntegra de la plantilla. Ahora, con el cierre, este requisito deja de ser exigible para el próximo concesionario. En los mismos pliegos figuraba que sería el nuevo adjudicatario el que se haría cargo de costear la reforma del local, fijada en 380.000 euros y firmada por el mismo arquitecto responsable de la estructura original, Xosé Manuel Casabella. El Concello estudia ahora si este requisito se mantendrá o si el propio ejecutivo asumirá el coste de la reforma.

"Ahora viene otro invierno, y los inviernos aquí son muy difíciles. Llevamos tiempo con pérdidas. Entre que sale y se cumplen los pasos, nos ponemos en mediados del año que viene", explica Anahí Sánchez, la que ha sido, hasta hoy, gerente del local durante casi toda su historia.

Ella misma indemnizó al personal de su bolsillo tras "hacer números" y comprobar que continuar en las mismas condiciones era inviable debido a los plazos que implicaba la nueva adjudicación.

La plantilla, cuyas edades oscilan entre los 53 y los 60 años, ve pocas esperanzas de encontrar, a estas alturas, un empleo. "Espero que el que venga ahora tenga en cuenta que somos cinco familias afectadas. Nos vamos al paro, y con 60 años no lo tenemos nada fácil para encontrar otra cosa", comenta una de las empleadas.