El arquitecto Pedro de Llano presenta hoy en el COAG (20.00) una revisión de su investigación Arquitectura popular en Galicia, publicada inicialmente en los años 80. El volumen, toda una referencia en la materia, desgrana las características de la arquitectura vernácula gallega.

¿Qué novedades incorpora la nueva edición respecto a la publicada en los ochenta?

Pasaron 40 años, y cuando eso ocurre, no es necesario ninguna cosa nueva en la segunda edición, porque la gente ya se ha olvidado de lo que dijiste en la primera. En los 80, la calidad de impresión era mala, no había una normativa clara para el idioma... El libro tenía muchas cosas mejorables. Lo que hicimos fue reproducir el libro tal y como habíamos hecho en la primera edición, uniendo los dos tomos en uno, que es más cómodo.

Se trata de dotar de actualidad el tema.

Sí, aunque la verdad es que el tema nunca tuvo demasiada actualidad. Lo que pretendíamos era recuperar el prestigio de esa arquitectura, hacer ver a la gente que en su entorno hay una arquitectura maravillosa que va desapareciendo a una velocidad vertiginosa. Deberíamos aprender muchas cosas de ella, e intentar evitar su desaparición.

¿Da la sociedad gallega poco valor patrimonial a la arquitectura popular?

No se le da ninguno. No se lo da nadie. En este momento yo vivo en una aldea maravillosa que se llama Angueira de Castro, que es la continuación del Castro Lupario. Se dio permiso a una empresa hidroeléctrica para separar la aldea del castro con una banda de entre 100 y 200 metros, talada, que permita pasar un tendido de alta tensión. Si nuestra Administración toma esas decisiones, ¿cómo vamos a esperar que el ciudadano de a pie se plantee la importancia de conservar esa arquitectura?

Quizá se debe a que es, como se señala en el libro, arquitectura sin arquitectos.

Exactamente. Lo importante del planteamiento del libro es retomar algo que dijeron muchos de los grandes arquitectos del siglo XX, pero de lo que no hay nada publicado. Hace cinco años, publiqué un libro que recuperaba las reflexiones de arquitectos muy conocidos sobre lo que ellos habían aprendido de la racionalidad de la arquitectura popular. Le contaban a la gente que la arquitectura no son formas, son espacios, es construcción, es una relación entre el hombre y su entorno.

¿Qué caracteriza esencialmente la arquitectura popular gallega?

Hay muchas arquitecturas distintas dentro de la arquitectura popular gallega. Si pensamos en que la arquitectura tiene una dependencia fundamental del clima y de los materiales con los que se construye, no va a haber la misma arquitectura en el Miño que en Costa da Morte. Son unas arquitecturas muy distintas que responden a unas necesidades. Eso es lo que esa arquitectura nos puede enseñar a nosotros: nuestra arquitectura tiene que ser sin pretensiones y responder a unas necesidades. Debemos aprender de nuestros canteros, de nuestros carpinteros, que eran unos tipos rigurosos y racionales, veamos cómo ellos hacían las cosas para resolver de la forma más sencilla posible los problemas que les planteaba una determinada circunstancia.

En Galicia, la orografía y el relieve habrán sido fundamentales para la definición de esta arquitectura.

Claro, es importantísimo. Una construcción como la palloza responde milimétricamente al clima en el que está construida. Con unos materiales muy sencillos, como piedra, madera y paja, conseguían tener dentro temperaturas de 15 grados, cuando en el exterior tenían 15 grados bajo cero. Solo eso ya es una muestra de cómo una sociedad con una cultura muy elemental podía hacer frente a sus necesidades.

La arquitectura popular gallega tiene un afán utilitarista. ¿Un cruceiro podría enmarcarse aquí?

Decía William Morris, un estudioso de principios del siglo XIX, que arquitectura era toda aquella variación que el hombre hacía sobre la tierra para conseguir unas mejores condiciones de vida. Yo me sumo a esa definición. ¿Un crucero mejora las condiciones de vida de la gente que vive en su entorno? A lo mejor, culturalmente sí, entonces sí podemos decir que es también arquitectura.

En Galicia, este tipo de arquitectura está ligada al rural. ¿Existen manifestaciones populares urbanas?

Cuando yo era niño, A Coruña era una ciudad construida, fundamentalmente, con arquitectura popular. Eran los artesanos y los constructores quienes hacían la ciudad. No había ni arquitectos. La distinción no está en dónde se hace esa arquitectura, sino en quién la hace y cómo la hace.

¿Queda alguna muestra de arquitectura popular en A Coruña?

Poquitas. Tal vez algún lugar pequeño de la Ciudad Vieja. La plazuela de las Barbaras, una de las partes, podría ser un espacio de arquitectura popular. En A Coruña se destruyó muchísimo, todo lo que se pudo.

¿Cuál es la pervivencia de esta arquitectura a largo plazo?

Hay distintos aspectos. Cuando yo hice el libro, a los cuatro años vino la Televisión Española a hacer un programa. En cuatro años, había desaparecido prácticamente la mitad de las construcciones en las que yo había estado trabajando. Desde aquel momento, la destrucción fue tremenda. Hay una cosa que deberíamos hacer ver, y es que muchas construcciones de esa arquitectura popular, bien rehabilitadas son espacios gratísimos para vivir.