Desde Hipatia de Alejandría hasta la coruñesa María Wonenburger, pasando por Laura Bassi y las astrónomas de Harvard. Todas ellas mujeres que tienen en común la pasión por la ciencia, pero también el haber sido ignoradas durante siglos por una comunidad que todavía, a día de hoy, continúa siendo predominantemente masculina. La pontevedresa Amelia Verdejo, doctora en Matemáticas y exprofesora de Educación Secundaria y en las Universidades de Vigo y de Santiago, habla sobre su intervención en la charla Mulleres esquecidas na ciencia, que tendrá lugar hoy a las 19.30 horas en el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología.

¿Hasta cuándo se tiene que remontar para hablar de todas esas mujeres olvidadas en la ciencia?

La primera mujer científica conocida data del siglo XXIII antes de Cristo. Empiezo la charla hablando de ella, Enheduanna, la autora más antigua conocida que también se dedicó a la astronomía. Después vino Téano, la primera matemática, con la Escuela Pitagórica, y Aglaónike, astrónoma de la Antigua Grecia. Hipatia de Alejandría es de las más conocidas, porque su muerte marca el final de la ciencia clásica. A partir de ahí doy paso a una época más complicada: la Edad Media, con la Iglesia y su poder omnímodo, a Fátima de Madrid y su padre. También hablo de Émilie du Châtelet, Laura Bassi o María Gaetana Agnesi, determinantes en la revolución científica, y de las astrónomas de Harvard, Cecilia Payne, Jocelyn Bell, la española Antonia Ferrín, nuestra astrónoma particular, y María Wonenburger, la coruñesa de honor.

¿Qué ocurre si echamos un vistazo hacia el presente?

La situación es fastidiada. A finales del año 2015 la ONU declaró el día 11 de febrero como el día universal de la Mujer, la niña y la ciencia precisamente porque la presencia de las mujeres en carreras STEM está pegando un bajonazo espectacular, especialmente en Informática. Esto implica que no tendremos representación en la puntera de la investigación, que estaremos fuera de los ámbitos que tienen una evolución del trabajo importante y una gran influencia en la sociedad, y que la brecha salarial será más grande.

¿A qué se debe ese descenso?

Parece una nimiedad, pero el hecho de que la Licenciatura en Informática ahora se llame Ingeniería Informática tuvo una gran repercusión, porque parece que tira para atrás al mundo femenino. Por otra parte, cuando los ordenadores llegaron a las casas en los años 80 el marketing giraba en torno a los videojuegos e iban a parar siempre a los niños. Por último están los medios de comunicación, que transmiten imágenes que relacionan a la mujer con el ámbito doméstico y los cuidados, y que hacen referencia a los hombres cuando hay una noticia sobre ciencia o tecnología. Creo que en el XX conseguimos igualdad aparente a nivel legislativo y laboral, pero de puertas adentro todavía queda mucho por hacer, y el siglo XXI es el de la revolución de los hogares.

Algunas de las figuras olvidadas han salido a la luz en el cine o la literatura. ¿Cuándo llegarán sus nombres a las aulas?

Hace cuatro años una profesora llamada Ana López Navajas hizo una tesis doctoral sobre las referencias femeninas en los textos de la ESO. Los datos nos hunden en la miseria. A nivel global, la cifra ronda el 15% en el mejor de los casos. Pero en el ámbito científico, no llegaba al 7%. En los libros de tecnologías no llega al 1%, y va en descenso. No sé cuándo llegarán, y es cierto que hay películas que enseñan, pero yo sigo viendo series de televisión que reproducen estereotipos tremendos, como el del informático friki que vive en una cueva y no socializa. El mundo real no es así, pero esa es la visión que se da desde los medios, y lo que cala en la gente y, sobre todo, en los adolescentes.

¿Cuándo se dio cuenta del sexismo que existe en torno a la ciencia?

Desde niña me daba cuenta de estas cosas relacionadas con el género, mi madre siempre decía que yo era muy rabuda. Recuerdo cómo en un congreso de matemáticas al que fui en los años 80 salió el tema de lo sexistas que eran los enunciados de los libros de matemáticas. Desde entonces, probaba a cambiar a Pepe por Pepa en los enunciados de los problemas, y había días en los que se armaban unas pirulas en clase tremendas, porque los alumnos del instituto se sorprendían.

Durante su trayectoria como docente trató de visibilizar a esas científicas olvidadas.

Sí. Los últimos años dediqué los primeros minutos de cada clase de Comercio en la Universidade de Vigo para hablar de cuatro o cinco personajes de las matemáticas, de mujeres y hombres en paridad, y siempre recordaré a las alumnas que vinieron a decirme que esos minutos les habían cambiado la relación con las matemáticas, porque el ver el trabajo de todas esas mujeres les había dado un subidón de energía. Fue una experiencia muy positiva que sorprendió mucho.