Paredes de piedra, damajuanas en el techo y el conjuro de las queimadas. Son tres de las esencias de O Cachivache, un local de la calle Orzán que cierra sus puertas tras 20 años de actividad. Su dueño, Miguel Queijo, casi no se lo cree cuando lo cuenta. "Estoy un poco en shock", reconoce. Lleva tiempo pensando en cerrar esta etapa de su vida, y ahora que está a punto de despedirse de su bar, se pone nostálgico. "Me emociono mucho. O Cachivache es mi padre y mi hijo a la vez. Me dio estabilidad, muchos amigos y más buenas cosas que malas", confiesa.

Hace un año y medio, Queijo se metió en el mundo de la gestión de alojamientos rurales. "Tenemos dos casas en una aldea. Pero a raíz de eso, más gente nos pidió que gestionásemos otras casas y ahora ya tenemos once desde Fisterra hasta A Coruña", detalla. El negocio empezó a crecer y en su cabeza apareció una duda de la que no se pudo deshacer hasta ahora: ¿Y si cierro el bar? "Notaba que no estaba prestándole tanta atención a lo del turismo rural y, en realidad, hay que implicarse mucho por las salidas, las entradas y la atención 24 horas a los cliente", cuenta.

Su nueva ilusión se sumó, al mismo tiempo, al "estrés" generado por O Cachivache. "Son muchos años de ansiedad, de vida insalubre y de no parar", explica, mientras hace un repaso a dos decenios tras la barra del bar ubicado en el número 28 de la calle Orzán. "Me cuidó mucho, pero también yo lo cuidé a él", resume.

En algún momento, Queijo llegó a plantearse que "otra persona se pusiese al frente del bar o dejar encargados", pero se dio cuenta que para ser feliz necesitaba cerrar definitivamente esta etapa. "Lo voy a traspasar, pero será un negocio completamente distinto", asegura.

De ahí viene que el cierre sea tan inmediato. Hace unos días, O Cachivache celebraba el Carnaval y ahora su propietario ya piensa en hacer cajas en las que meter dos décadas de cervezas, queimadas y clientes que ya son amigos. "El traspaso me cogió un poco por sorpresa. Aún lo estoy asimilando", revela, a la vez que confirma que el local "perderá el nombre" que le caracteriza.

Con el adiós de O Cachivache también se acaba el espíritu de las queimadas en el centro de la ciudad. "Para mí es muy especial y creo que el ritual se queda huérfano. Tenía ganas de conservarlo porque el sitio tiene alma para hacer la queimada y es importante dar a conocer las tradiciones", resume.

Miguel Queijo se compromete a seguir haciéndolas, aunque sea en otro ámbito. "A veces me llaman para fiestas o bodas", cuenta. Lo que seguro que hará será una fiesta de despedida de su local, aunque todavía no tiene claro cuándo. "No quiero hacer algo muy llamativo, sino un homenaje a los clientes y al bar", adelanta, mientras piensa en hacer "un especial para San Juan".