Nací en la calle Juan Flórez, donde estuve viviendo con mis padres, Antonio y María, y mis hermanos Antonio, María Dolores e Isolina, hasta que en 1950 nos trasladamos a la plaza del Maestro Mateo, donde solo vivimos dos años, ya que luego nos mudamos a Pintor Joaquín Vaamonde.

Mi padre fue trabajador del Gobierno Civil como técnico de ministerios, además de secretario de los ayuntamientos de Arcade, Pontesampaio y O Grove, mientras que mi madre, natural de Arzúa, se dedicó a las labores de la casa y al cuidado de sus hijos en una época bastante dura para la gran mayoría de las familias, ya que casi todos los alimentos estaban racionados.

Mi primer colegio fue el de los Maristas, en el que estuve hasta los diez años y tuve como compañeros a Rafael Prieto, Pepito Camión, los hermanos Llamas y Felipe Hermida. También pasé por el colegio Dequidt y finalmente por el instituto Masculino, donde hice el bachillerato. Como nací con una enfermedad en el pie, a los doce años me operaron en el Sanatorio Marítimo de Oza, en el que estuve internado ocho meses que me parecieron eternos, aunque tuve la suerte de estar con otros niños de mi edad. Recuerdo que quienes me operaron fueron los doctores Antonio Sierra Fornier y Antonio de la Riva, quienes eran muy conocidos en la ciudad.

Al acabar el instituto, estudié mecanografía y taquigrafía en la Academia Politécnica de San Andrés y con solo diecisiete años entré a trabajar en la Jefatura Provincial de Tráfico, que entonces estaba en el Gobierno Civil y en la que desarrollé toda mi vida laboral. Fui uno de los primeros examinadores para obtener el carné de conducir, que hacíamos las pruebas teóricas en la Escuela de Comercio y las de conducción en la zona de la Delegación de Sanidad en Peruleiro, cuando tan solo existían las autoescuelas Velox, Marte, Coruña, Fernando Rey Galicia.

Con 22 años me casé con Marta, con quien tengo cinco hijos que nos dieron once nietos. Ahora, ya jubilado, dedico mi tiempo libre a los grupos musicales Xuntanza y Ategal, con los que actúo en centros de mayores de forma altruista.

Mi pandilla de la infancia y juventud estuvo formada por Rafael, José, Luis, Jorge, Prieto, Luis y Andrés Conde, los hermanos Pita, los Mekele, los hermanos Cagiao y las hermanas Chelo y Fernanda, con quienes jugaba por la calle Francisco Mariño. el Hogar de Santa Margarita y el paseo de los puentes. Antes de ir al cine Santa Margarita nos quedábamos a escuchar la música que salía de los camiones de guerra alemanes que servían de emisora a Radio Nacional y estaban situados en el parque, que engalanaban con banderas el día que se celebraba la romería.

Me acuerdo de las veces que fui enganchado sin pagar en el tranvía de Riazor cuando iba a visitar a la que entonces era mi novia, hoy mi mujer, a la calle Pondal. En esos viajes coincidía con los hermanos Tino, Quirico y Santi, además de con los Rodríguez y los Burón. En esa época empecé mi afición por los aviones de radio control, de los que entonces había muy pocos y que la policía venía a controlar cuando Franco venía de visita a la ciudad.

Testimonio recogido por Luis Longueira