Luis Veiga pulsó el botón de reinicio el pasado mes de diciembre, cuando se sometió a una intervención que le cambió la vida. Carpintero de profesión y diagnosticado de párkinson, vive hoy casi como si la enfermedad no existiera. Su historia con la patología comenzó cuando tenía 40 años, mucho antes de lo que suele ser habitual. Ahora, con 50, se siente orgulloso de afirmar que su vida y sus habilidades no han cambiado demasiado.

No ha sido un camino fácil. Al principio, nadie sabía ponerle nombre a lo que le ocurría, ya que los primeros síntomas de Luis Veiga no incluían al que se asocia socialmente de forma mayoritaria a la enfermedad, el temblor. Lo suyo era simplemente cojera y rigidez en el lado izquierdo. "Fui a cinco traumatólogos, nadie sabía decirme lo que tenía", recuerda. Tuvo que esperar a que pasaran cinco años desde aquellos primeros síntomas a que una joven doctora que cubría la baja de su médica de cabecera diera con la clave. Desde entonces, no ha perdido el tiempo. "Me metí enseguida en la Asociación Parkinson Galicia-A Coruña, fue lo mejor que pude hacer, estoy encantado", asegura.

La entidad puso a su disposición terapias de fisioterapia y logopedia a las que acude regularmente. No las ha dejado ni siquiera después de que, hace ya cuatro meses, se decidiera a pasar por el quirófano, una determinación que, de haber sabido de la efectividad de la terapia, habría tomado mucho antes. "Me pusieron un estimulador cerebral. Es como un cable que va por dentro del cuello y que tiene una batería que dura 15 años. Estoy como si no tuviera la enfermedad", relata. Un tratamiento que eliminó casi por completo los síntomas motores y que brindó a Luis Veiga la oportunidad de regresar a su vida y ocupaciones anteriores tal y como las conocía. "Sabía que mejoraría, pero no imaginaba tanto", alega.

No juzga, sin embargo, su cambio de vida como algo casual o azaroso. Luis Veiga nunca dejó de practicar una intensa actividad física, hábito que mantuvo antes y después de la operación y que ahora considera uno de los principales responsables de su buen estado físico. "Hago ciclismo y piragua. Siempre fui muy activo. Recomiendo a cualquiera que tenga la enfermedad que mantenga la actividad física como pueda", señala. Pese a su evidente mejoría, no ha dejado de ser prudente. Sabe que el parkinson es una enfermedad sin cura que seguirá su evolución, por lo que no piensa dejar de lado las terapias a las que acude desde que, hace cinco años, pudo conocer por fin su diagnóstico.

Entre ellas se encuentra el trabajo que realiza con su logopeda, que le ayuda a estimular habilidades como la escritura, cuya degradación es una de las señales invisibles que se manifiestan al inicio de la enfermedad y sobre las que la Asociación Parkinson busca poner el foco en su campaña de este año. Conocer los síntomas es la mejor manera de retrasar lo menos posible un diagnóstico que permita ponerse a trabajar de inmediato. "La letra se me fue haciendo más pequeña. Ese es uno de los síntomas, pero yo no lo sabía. Hay mucha gente que tiene Parkinson y no lo sabe porque no tiembla", apunta.

Así lo certifica la logopeda Belén Castro, que desarrolla su actividad en la asociación desde hace 14 años y entre cuyas funciones está la de trabajar esta y otras muchas destrezas. "Es uno de los trastornos que tratamos en las primeras fases, la letra se vuelve pequeña, es una escritura temblorosa, hace que firmar un documento o hacer la lista de la compra se vuelva una tarea complicada", explica la profesional, que recomienda no bajar la guardia aunque se perciba mejoría tras tratamientos como el de Luis: "La terapia se sigue precisando siempre. La enfermedad no se cura y eso ayuda a retrasar sus efectos".

Reconocer las señales

La Asociación Parkinson Galicia-Coruña se suma, junto a la Federación Española de Parkinson, a la campaña Señales Invisibles, que busca poner el foco sobre esos pequeños signos que delatan el inicio de la enfermedad y que muchas veces pasan desapercibidos debido al desconocimiento. Mediante la eliminación de algunas letras de los lemas de sus carteles, la campaña trata de hacer visibles esos primeros síntomas. No son, sin embargo, los únicos ignorados por la colectividad. "Los síntomas motores son los más conocidos. Los no motores, como la depresión, la fatiga, la apatía o las dificultades de dicción se suelen pasar por alto", revela la logopeda Belén Castro. La escritura es otra de las habilidades que los profesionales de la asociación trabajan con los pacientes, de forma que su degradación se retrase lo máximo posible y no llegue a resultar incapacitante. "Tenemos talleres de movilidad de manos y dedos, de fuerza, tono muscular y grafomotricidad", explica Castro, para quien aprender a reconocer estas señales es un punto de partida fundamental en el proceso: "A veces, el parkinson comienza con una depresión, lo que dificulta el diagnóstico precoz, que tarda al no haber síntomas tan evidentes".