A principios de marzo, muchos estudiantes Erasmus planeaban viajes, preparaban exámenes o bailaban en fiestas. La rutina cambió de repente, sobre todo para los que se encontraban en Italia. Ante la propagación del coronavirus y el inminente cierre de fronteras, la mayoría hizo las maletas para volver a casa, como es el caso de las coruñesas Nerea Martínez, Sara Dopazo y Adriana Barreira. Dijeron adiós a Bolonia de manera rápida, casi sin pensarlo y con la idea de regresar pasados unas semanas o meses para cerrar el curso y recoger sus cosas. "Yo me vine solo con un bolso, porque ya se había decretado el estado de alarma en España y no sabía cómo iba a llegar a casa. Cogí un vuelo a Berlín y allí conseguí otro para Madrid. Finalmente aterricé en Santiago de Compostela. Pero mi ropa y todas mis cosas siguen en Italia", relata Barreira, estudiante de Magisterio de Educación Primaria.

Las tres coinciden en que cuando se decretó la pandemia, el futuro no parecía tan negro. "Contaba con que fuese un mes en casa y volver. Solo traje libros dentro de una maleta de mano", cuenta Dopazo, que hasta tiene en Bolonia su "matrícula del Conservatorio de Música". Nerea Martínez, que cursa en Santiago el doble grado de Derecho y Relaciones Laborales, fue más precavida y volvió el día antes del cierre de fronteras. Hizo la maleta deprisa, pero se acordó del portátil para seguir estudiando en casa. "Mis padres me dijeron que volviese porque la situación se estaba poniendo muy mal. Pensé que después de Semana Santa regresaría. Allí tengo todo. Mi tablet, mi cámara, las planchas del pelo, la ropa y el calzado", enumera la joven coruñesa.

Son "conscientes" de que ahora mismo no son la prioridad, pero sí quieren que se estudie su situación y se les permita viajar hasta Italia para recoger todos sus enseres. "Hablamos con las universidades, con el Ministerio de Exteriores y con la embajada italiana. Pero nadie nos da soluciones. Sin DNI italiano y sin empadronamiento, no podemos tener un justificante", explica Nerea Martínez, mientras Dopazo indica que "no son unas vacaciones". "Solo queremos recuperar lo nuestro", sentencia.

Además de tener sus pertenencias a miles de kilómetros de distancia, estas estudiantes tienen que pagar los alquileres de sus pisos en Bolonia. "Tenemos la posibilidad de rescindir el contrato y pagarle a una empresa para que recoja las cosas y nos las envíen. Pero yo, por ejemplo, comparto habitación. ¿Cómo explico qué cosas son mías y cuáles de mi compañera? Además, ya me pasó que mandé un paquete y nunca llegó. No me quiero arriesgar", confiesa Adriana Barreira, que todavía recuerda el "miedo y la angustia" que pasó cuando tuvo que volver a casa por culpa del Covid-19.

Martínez compartía piso en Italia con compañeros de diferentes nacionalidades. Todos dejaron Bolonia y todos siguen pagando el alquiler cada mes. "Cuando nos fuimos, nadie sabía la magnitud de la situación", defiende.

Para Sara Dopazo, hay una complicación añadida: su relación con la casera. "No tenemos contrato, porque normalmente nos hacía una factura. Ya en España, le explicamos que nos habíamos ido y que nos rebajase el alquiler. Nos dijo que no y que si no recibía la transferencia, se quedaba la fianza y ponía el piso en alquiler", narra la joven estudiante. Dicho y hecho. A los pocos días vieron su casa anunciada en una red social. "Y nos no dijo nada. Todas mis cosas están allí dentro y le dijimos que teníamos pensado volver para recogerlas", añade.

Lo que no sabe es cuándo será eso. De momento, se une a la petición de otros muchos Erasmus, que piden que se les tenga en cuenta para, cuando sea posible, hacer una mudanza que ahora parece muy lejana.