Hay consenso en la hostelería: en Galicia manda la barra. Tocó, hasta ahora, prescindir de ella, pero en la nueva fase, el emblema del bar por excelencia vuelve a ser una opción. Los hay que esperaban el levantamiento de la prohibición como agua de mayo, ya que, para muchos, sentarse en una mesa quita toda la gracia al asunto.

Frisco Asorey, propietario de A Franxa, era uno de los que contaba los días para el 8 de junio. Mantuvo cerradas sus puertas hasta que las circunstancias fueron lo más favorables posible para que su establecimiento pudiese volver a funcionar viento en popa. "Tengo mesas para quien lo prefiera, pero el mío es un local de tú a tú, mi clientela es de barra, sin ella era inviable", asegura el hostelero.

Hoy levanta la persiana, por fin, con ilusión, pero también con cierta prudencia, sabedor de que tendrá que estar alerta para hacer cumplir las restricciones de seguridad. "Los camareros tendremos que ser un poco pedagogos con la gente para que se cumpla el metro y medio de distancia por el bien de todos. Confío en el sentido común", alega.

De igual modo han procedido Renata y Daniel González, propietarios de O Sibarita, que no concebían una reapertura sin barra. Aguardaron pacientemente la sucesión de las fases hasta que ayer pudieron colgar el cartel de abierto, no sin ciertas novedades que aprovecharon para incorporar en el tiempo en el que estuvieron cerrados, como la carta digital a través de código QR o el servicio de entrega a domicilio Uber Eats.

"Nos facilita bastante la vida, para el café rápido de la mañana o la caña del mediodía, la gente prefiere barra", confirma la propietaria. El ensayo-error del primer día transcurrió sin mayor problema, con horario reducido y a jornada partida para ir volviendo poco a poco al rodaje, y una clientela que se adaptó bien a las nuevas condiciones. "No hizo falta decir nada, la gente fue muy responsable", asegura Renata González. Que así siga.

Los habituales de O Cunqueiro pudieron también retornar a las viejas costumbres. "Tenemos muchos clientes que prefieren barra y que hoy, por fin, pudieron utilizarla. Es gente de toda la vida, que charla con el personal y en la barra está más a gusto", señala su propietario, Rubén Rey.

No podrán, sin embargo, hacer el uso que querrían, ya que la apertura del servicio viene con una singularidad añadida: solo estará operativa por las mañanas, ya que, en horario de tarde, la prioridad la marcarán el servicio en mesa y comedor.

El local ha prescindido, incluso, de sus típicos barriles, que han sido sustituidos temporalmente por mesas que permitan ampliar un poco las posibilidades del aforo con seguridad. "Adaptamos el local al 50% del aforo, podemos tener a 25 personas sentadas, la barra la dejamos para la primera hora", explica Rubén Rey.

Reservas y mamparas

La Cervecería de Estrella Galicia solucionó la coyuntura con señalización en el suelo a base de puntos que marcan el lugar donde han de situarse los grupos para asegurar el distanciamiento. Recomiendan, no obstante, que se acuda con reserva para prever los aforos, que uno de los miembros del personal se encargará de gestionar desde las puertas.

El Tío Ovidio solventó las limitaciones de la nueva realidad mediante la colocación de mamparas entre el camarero y el cliente, porque renunciar a la barra, en esta nueva etapa, no era una opción, como asegura el propietario, Pedro Otero. "El aforo lo limitamos al 40%, un total de 30 personas", apunta.

Con cierto recelo abrirá también mañana sus puertas el Chaflán, buque insignia del barrio de Os Mallos, que ya tiene impacientes a sus adeptos. Su propietario, Rafa Varela, sopesa estos días la mejor solución para reabrir sin sobresaltos, para lo que prefiere esperar un par de días a que las condiciones sean las mejores. Dada la tipología del local, su preocupación se centra más en cómo gestionar el exterior que en la distribución interior. "Tenemos tres mesas dentro. El problema está fuera, queremos evitar aglomeraciones a toda costa. Estamos gestionando el poder poner unas mesas altas redondas para que no haya mucha concentración de gente y así marcar el aforo", dice.

Con todo, no descarta dar marcha atrás a la reapertura si el mantenimiento de la distancia social se manifiesta como un problema. "En el barrio nos conoce todo el mundo, no hemos tenido nunca ningún problema ni queremos tenerlo. Si vemos que la cosa se complica y no se puede garantizar el distanciamiento, cerramos", confirma.

Por ahora, cordura y cautela a la espera de ver cómo se desarrollan los acontecimientos. Lo que sabe es que las noches del Chaflán tendrán que esperar, ya que, por ahora, el horario nocturno queda descartado.

En el Mesón El Serrano, la circunstancia es parecida. Su dueña, Sonia Díaz, no oculta sus nervios ante la perspectiva de tener que funcionar de una forma totalmente distinta a la que llevan años acostumbrados. "Vamos a tener que reaprender, nosotros y los clientes. Por ahora, la barra es imposible", afirma. No habrá barra en El Serrano, aunque tres mesas ocuparán su lugar. Es un cambio sustancial: las restricciones de aforo convertirán las 16 mesas de siempre en únicamente seis.

También la carta sufrirá ciertas modificaciones, ya que las tapas desaparecerán, por lo pronto, de la oferta: "La cocina será la de siempre, queremos mantener algunas tapas con las que ganamos premios del concurso Picadillo, pero en formato más grande, como ración o media ración".