Más de una treintena de hosteleros se concentraron la pasada mañana en la plaza de María Pita, en la que es su segunda manifestación por la situación de su sector tras las medidas sanitarias por el coronavirus. En una protesta silenciosa, que realizaron respetando la distancia de seguridad, propietarios y trabajadores reclamaron que se retire la prohibición de apertura a los locales de ocio nocturno, de manera que puedan abrir como el resto de establecimientos, tal y como estipula su licencia, desde las diez de la mañana.

Actualmente, cafeterías y bares pueden mantener su actividad hasta la una de la madrugada, pero los pubs de la urbe encadenan, entre el estado de alarma y las últimas restricciones de la Xunta por el repunte de contagios, varios meses sin abrir sus puertas. "En agosto trabajamos tres días y luego tuvimos que cerrar. Dicen que se van a revisar las medidas cada semana, pero no podemos estar con esta incertidumbre" protesta el copropietario de Folks, Daniel Mosquera. El empresario asegura que "de las ayudas tampoco hay novedades", otra de las demandas del sector, que afirma que el apoyo del Presco, en tramitación, está pendiente de llegar a sus carteras. "Estamos pidiendo que se nos deje trabajar o que se nos de alguna ayuda, porque el ocio nocturno no vive del aire. Hubo contagios en más sitios, pero a esos sectores no se les ha discriminado", apunta.

Desde La Barbería, Xabi Barral solicita que la Administración valore cada caso para priorizar las ayudas y apoyar a los que se encuentran en una situación más crítica. Cuenta que "este mes empezaron a llegar las cuotas de autónomos", y que los locales siguen teniendo que pagar "las facturas de luz, alquiler y agua", por lo que han buscado el respaldo de las fuerzas de la oposición. El sector se ha reunido con Marea Atlántica, Izquierda Unida y el BNG, de cuyo portavoz, Francisco Jorquera, han sacado el compromiso de llevar el asunto al Parlamento gallego. Por su parte, "Marea dijo que intentaría que el Concello agilice las ayudas" para ofrecer de forma más fluida un balón de oxígeno a los propietarios.

Una de las posibles soluciones que se ha planteado es el cambio temporal de la licencia de los pubs a una de cafetería, de modo que se ajustasen al horario de apertura del que disfrutan los bares. Los hosteleros, sin embargo, se mostraron contrarios a la propuesta, ya que consideran que recuperar sus antiguos permisos será problemático. Para Manuel Villaverde Domínguez, que lleva 35 años tras el mostrador del pub Área Crítica en el Orzán, la modificación no tendría "sentido". "Nos mandaron la historia de cambiar las licencias, pero ¿para qué?, ¿para que luego tengamos líos para recuperarlas porque las directrices no sean las mismas que cuando la obtuvimos?", cuestiona el empresario, que lamenta no conocer "cuál es la situación de futuro".

Con los recibos acumulándose -entre ellos los de la SGAE por una música que ya no suena-- el estado del propietario se ha tornado delicado. "Mi hija va a cursar estudios superiores y no puedo matricularla. Las ayudas no llegan para nada, y no entiendo cómo nos pueden quitar el trabajo, que es un derecho fundamental". Para el hostelero, la protección de la salud pública es una excusa, ya que "en los últimos meses casi no trabajamos y si nosotros fuéramos el foco, la gente no se seguiría contagiando". Se trata de un malestar compartido por el resto del sector, que siente que se le ha achacado una responsabilidad que compete más a la conciencia individual que a los gestores del ocio nocturno.

Según Lorenzo Barro, al frente de la Sala Filomatic, la prueba está en que establecimientos que han sumado un gran número de contagios, como los gimnasios, siguen en funcionamiento. "Están criminalizándonos y lo peor es no tener esperanza", dice el empresario desde hace tres décadas. En las últimas tres semanas no ha podido servir copas, a pesar del esfuerzo que, cuando abrió, tuvo que acometer para cumplir las medidas, como "apuntar el número de todo el que entró". Las restricciones de la Xunta fueron un obstáculo añadido, y cree que la protesta "no va a servir de nada" porque, aunque estén "con el agua al cuello", no hay "sentimiento de unidad".

Uxía Galindo, camarera en La Burguería, le lleva la contraria. El local en el que trabaja no se encuentra afectado por las nuevas imposiciones, pero ayer se unió a la concentración por solidaridad. Afirma que la situación del sector "es un desastre", y desea que sus compañeros "trabajen", porque ella "podría estar en su piel". A las administraciones, "ya sea el Ayuntamiento o el Estado", les pide que todos los negocios tengan "la misma posibilidad de subsistir", para no tener que sumar más tragedia a los ya de por sí amargos tiempos del coronavirus.