Hace escasas semanas, en este mismo diario, abordábamos el tema de los contenedores de residuos en el espacio público de nuestra ciudad. Entre las medidas sugeridas, se proponía establecer una estructura en red optimizando los diversos tipos de contenedores de residuos existentes -orgánicos, inorgánicos, papel y cartón y vidrio, pilas, aceite usado, y ropa de segunda mano y textiles en general-. Así mismo se incidía en la necesidad de incorporar un contenedor más, el modelo especializado en la recogida de plástico, tetrabrick y envases de aluminio, ya que desde el origen del proceso la separación de residuos resulta incompleta.

Los colectores implantados reforzaron su utilidad en 2001 con la inauguración de dos puntos limpios fijos, primero el de Los Rosales y posteriormente el de Eirís, y un punto de limpieza móvil -un vehículo que, según un calendario publicado en la web municipal, facilita la gestión de residuos no voluminosos al vecindario de los diversos barrios-. A estos tres se les añadieron el punto limpio industrial de Agrela en 2011, y el de Pocomaco, destinados fundamentalmente a recoger los residuos generados en ambos polígonos industriales.

Entre la singularidad de las piezas específicas y la globalidad de los puntos limpios del sector, no existe una infraestructura cotidiana de recogida de nivel intermedio. Esta ausencia de continuidad en la cadena de un sistema integral de recuperación genera la deficiente separación en origen de los residuos.

Sin embargo, desde 2009, la administración autonómica, en la línea estratégica 6 del Plan de Gestión de Residuos Urbanos de Galicia -PXRUG 2010/2020- contempla la ampliación de la red y tipologías de puntos limpios. Entre las "novedades" que considera se encuentra la implantación de puntos limpios de barrio o minipuntos.

Este término designa a una pequeña instalación ubicada en un lugar específico dentro del entramado urbano, accesible e identificable fácilmente por la ciudadanía en la que depositar los residuos voluminosos, los especiales, o todos aquellos otros para los cuales no existe un contenedor específico en el espacio público. También contempla la posibilidad de incorporar una zona de desguace o preparación de los objetos entregados, así como un lugar de almacenamiento y venta. De igual modo, en algún caso, posibilita la integración de un espacio como aula de educación ambiental.

Una instalación que tiene como objetivos: ser accesible para el usuario; estimular el conocimiento y uso de este servicio; aumentar los niveles de recuperación de los residuos; mejorar el balance económico de la actividad potenciando espacios de reparación y preparación para la reutilización; incrementar la calidad del servicio prestado; y optimizar el funcionamiento del sistema.

Desde luego cabe preguntarse qué "novedad" es, ya que su existencia es bien conocida tanto en el ámbito internacional como en el nacional. En el Reino Unido, es habitual la presencia de los denominados Neighbourhood Recycling Sites, lugares dotados de contenedores para depositar, entre otros residuos, vidrio, cartón, ropa, zapatos y aceite, aunque no disponen de personal permanente. O en Francia, las Recycleries, que con la reutilización y venta de objetos entregados generan una buena parte de sus recursos económicos. También en España, el modelo de los puntos limpios de barrio en Barcelona ofrece un servicio a los habitantes del ámbito que mejora la eficiencia en la recuperación de materiales.

Mientras, en la Comunidad Autónoma de Galicia, las administraciones públicas competentes se han olvidado de dar continuidad a un patrimonio configurador de una identidad propia. Nos referimos tanto a las desaparecidas chatarrerías - ferranchinas - como al mundo de los traperos - trapeiros - ambulantes o en locales de nuestras ciudades y villas. Ambos, auténticos recicladores y recuperadores de sobras, desechos y desperdicios. A mediados del siglo XX, en una época de escasez de materiales, numerosas chatarrerías poblaban con su presencia los distintos barrios de A Coruña. Entre otras, las existentes en Cuatro Caminos, en las calles de la Gaiteira, de Eusebio da Guarda, de Ángel Rebollo, del Orzán, o en Orillamar. Todas ellas, hoy desaparecidas, insertas en el trajín urbano acopiaban distintos tipos de metales. A su vez, a los locales de recogida de cartonaje que los coruñeses de más edad recordarán -el de Porvén era uno de ellos-, los niños y no los tan niños, aquellos estrafalarios personajes ambulantes que tirando de un carrito recorrían los establecimientos comerciales, llevaban los cartones transformando su peso en una pequeña cantidad de dinero. O aquellos traperos, sujetos itinerantes, que con una romana recorrían nuestra geografía comprando trapos viejos a cambio de navajas, agujas, dedales, hilos, hojas de afeitar, espejos o pequeños objetos que no era posible encontrar en las aldeas. Nómadas que actuaban como corresponsales de noticias, o incluso de compoñedores ou menciñeiros. Todo un capital, material y humano, dilapidado en aras de una, evidentemente, mal entendida modernidad. No es una cuestión de ponerse nostálgicos, sino de aprovechar un recurso adaptando sus condiciones funcionales a los estándares medioambientales vigentes. Ello permitiría recuperar hoy este patrimonio perdido en una acción transformadora a la búsqueda de la sostenibilidad urbana.

No nos cabe duda que lograr la correcta separación de los residuos urbanos, además de otras consideraciones, depende del establecimiento de dos medidas. La primera, disponer minipuntos limpios en los diversos barrios de la ciudad, utilizando bajos comerciales en desuso. Contemplando en su localización dos factores, el de ubicarlos en lugares legibles considerando unos itinerarios fáciles y cómodos; y el de afectar a un radio de acción de 800 metros aproximadamente. Con ello se minimizarían los inconvenientes y las dificultades en los desplazamientos de la ciudadanía.

La segunda, planificar la gestión de los residuos estableciendo una red integral de recogida que encadene las diferentes escalas de los colectores. Desde una comprensible disposición de islas de contenedores con el número y tipo de colectores convenientes, pasando por la disposición de múltiples minipuntos limpios, para finalmente mejorar la eficiencia de los ya existentes puntos limpios de zona o sector, Eíris y Los Rosales.

Por otra parte, es notoria la insuficiente y confusa información pública de los procesos y resultados obtenidos con los productos objeto de desecho. En el año en curso, 2020, la UE había previsto para el reciclaje de residuos sólidos urbanos que se alcanzase el 50% y en el año 2025 llegar a un porcentaje del 55%. Unas cifras que en el caso de España se revelan como una quimera. El INE en sus cuentas ambientales hechas públicas a 31 de diciembre de 2019 lo fijó en un 38,9% para la totalidad del Estado. Una cifra que en el caso de Galicia y concretamente en la ciudad de A Coruña nos ha sido imposible de precisar -les invitamos a que accedan a las páginas web tanto de la Concejalía de Medio Ambiente del Ayuntamiento de A Coruña como de las empresas autonómicas de tratamiento de basuras, Sogama o Ecoembes-. Observarán ustedes que la gran cantidad de cifras parciales y desglosadas que se ponen a disposición del curioso ciudadano/a obvian el resultado final. Y sin embargo es evidente que, complementariamente a las medidas propuestas, conocer el proceso y sus resultados se presenta como un hecho que desarrolla en la ciudadanía una mayor motivación por colaborar. O al menos, así lo manifiestan los especialistas en la materia.

Nosotros compartimos la reflexión de la intelectual y prolífica novelista, Emilia Pardo Bazán, en uno de los capítulos del libro De mi tierra, de 1888: "Cierto que ninguna ciudad nos huele a gloria a los campesinos de afición, que además somos algo sibaritas y tenemos muy sensible la pituitaria" .

María Carreiro y Cándido López. Profesores e investigadores en la Escuela de Arquitectura de la Universidade da Coruña