La arquitecta Cristina Botana aborda en su Trabajo Fin de Máster la realidad y el pasado de los asentamientos chabolistas desde la perspectiva urbana y de la segregación racial, que, con los datos en la mano, defiende que fue impulsada por el Concello de A Coruña.

¿Cómo está la situación actualmente en la ciudad?

Actualmente tenemos cuatro asentamientos. A Pasaxe, As Rañas y O Portiño. El de A Zapateira responde a una casuística diferente, pero reúne muchas características de asentamiento precario.

¿Porque no tiene población mayoritariamente gitana?

Sí, es un caso de capitalismo voraz, aunque no tan racializado. el objetivo del trabajo era dejar de hablar de los asentamientos como algo producido por sus residentes y empezar a hacerlo desde el punto de vista de que son las políticas públicas de vivienda las que producen esta situación.

Los asentamientos de A Coruña, los actuales y los que los precedieron, ¿fueron promovidos por las instituciones?

En los años 50 y 60, con la etapa del desarrollismo, las periferias de las ciudades se llenaron de chabolas, hubo muchos procesos de realojo de esa población que llegaba del campo a la ciudad. y al nuevo modelo productivo. En ese proceso, ya hubo una primera segregación porque la población gitana no accedió a esos bloques de vivienda social, que podemos encontrar en Labañou, Elviña o el Barrio de las Flores. Hubo un filtro por el que la población gitana se quedó relegada.

¿Por qué?

Hubo población gitana que accedió finalmente a esos barrios, pero fue mucho más tarde, en realojos posteriores, y una parte de ellos, los más empobrecidos y vulnerables, pasaron a lo que se llaman barrios de tipología especial, que son asentamientos con infravivienda como Penamoa y O Portiño. En A Coruña y Ferrol se construyeron siete y, en toda Galicia, catorce. Cuatro de ellos, en la primera década de los años 2000, así que tampoco podemos decir que sea una cosa del pasado.

¿La proporción de población gitana en los asentamientos chabolistas fue aumentando o disminuyendo con el paso del tiempo?

Sí, en los 70, eran más o menos, mitad y mitad y, en los 90 ya era gitanos 9 de cada 10 residentes en chabolas. Y eso generó barrios guetizados. Había un proceso circular. Se les enviaba a estos barrios, que eran siempre iguales, porque los promovían los ayuntamientos o entidades como Cáritas.

¿Cómo eran?

Segregativos. Bloques de hormigón, barracones, sin un acondicionamiento mínimo y fuera de la ciudad. Con eso, rompían todo tipo de relaciones familiares o laborales. Y empezaba el proceso típico de abandono, no se les dotaba de servicios públicos y se iban deteriorando. En Penamoa, por ejemplo, se iban desalojando zonas como Vioño y los pequeños núcleos de chabolas que había en la ciudad se fueron desmantelando y mandando a Penamoa, sin que eso se tradujese en mejora de servicios. Era como un depósito de pobreza y de población que no querían en la ciudad.

¿Con el criterio de no verlos?

Sí, se construían en zonas que no estaban urbanizadas, que no interesaban hasta que lo hacían. Los últimos procesos de desalojo responden a que a la ciudad le interesa esa zona, como As Rañas, con el polígono de Vío, o Penamoa con la tercera ronda. Se empieza a presionar sobre este territorio cuando interesan los terrenos y siempre se utiliza como argumento que esta gente no puede vivir así. Lo que antes no era un problema provocado por la política urbana, ahora lo es y se culpa a los residentes en los asentamientos.

Vivir en estos asentamientos en A Coruña, ¿es hereditario?

Podría verse así. Muchas de las familias con las que hablé contaban cuatro o cinco desalojos y realojos. Se pasan la vida siendo desplazados en función de cómo va creciendo la ciudad. Los que acabaron en Penamoa tuvieron muy pocas opciones para salir de allí. Eran barracones, se les adjudicaron por sorteo, muchos se negaron a ir desde el primer momento, como los que se fueron a As Rañas, que decidieron unirse y comprar un terreno, porque vieron que lo de Penamoa iba a ser un horror, que fue lo que fue. Hay casos intermedios, como A Pasaxe o los barracones de Orillamar. Nunca se contaron como asentamientos construidos por los Ayuntamientos, pero, en realidad, sí que lo fueron.

¿Cómo se hizo?

Las administraciones acordaban la cesión de terrenos, casi siempre infraestructuras en desuso y allí enviaban a las familias que desalojaban de otra zona. Alcaldía acordó con la condesa de Fenosa, el traslado a A Pasaxe de varias familias de A Cubela. Como siempre, el olvido y el abandono hasta que vuelve a interesar que la población se vaya. Lo mismo pasó con los arcones de Orillamar, que los enviaron a los puestos de venta del antiguo mercado. Casi todos los asentamientos fueron provocados por el Ayuntamiento y no solo indirectamente. Pero en el relato oficial obvia esto.

El caso de Penamoa es más actual y la idea ya no era crear otro asentamiento sino darles fondos a para que comprasen o alquilasen pisos. Eso desembocó en manifestaciones contra la dispersión.

Hubo procesos de reeducación porque no estaban listas para vivir en un piso, pero sí para firmar una hipoteca. Es demencial. Muchas de estas personas ya han perdido sus viviendas. Este proceso se vendió como que no se iba a volver a construir un gueto sino dispersar a la población. Y no fue así, porque 32 familias fueron trasladadas a Meicende, que tiene 4.000 habitantes, ¿cómo puede ser que una localidad tan pequeña pueda hacer frente a las problemáticas que se podrían derivar del realojo? Más de la mitad de las familias fueron dispersadas, pero en barrios vulnerables, en Novo Mesoiro, Eirís... La población se manifestó y todo cogió unos tintes muy racistas. Estas políticas de desalojo-realojo es una idea que hay que revisar porque la gente tiene sus lazos familiares y laborales y siempre se hace a voluntad del Ayuntamiento, según la agenda.

En O Portiño les construyeron bloques de viviendas, pero en otros lugares, como en A Pasaxe, ni eso y Penamoa estaba autoconstruido.

En Penamoa construyeron 40 o 50 barracones, después de casi 30 años aquello era enorme, con más de 500 personas en chabolas que iban construyendo los que llegaban. Muchos, porque venían empujados de otros asentamientos y porque no había otro plan de vivienda, y otros, porque su familia ya estaba allí. En A Pasaxe, los mayores cuentan que, al principio, dormían en furgonetas o cubiertos con toldos... Fueron abandonados allí y, poco a poco, se fueron construyendo las casas, pero todo por cuenta propia, no les dieron materiales. Siempre mandaba la urgencia por liberar otros terrenos y diciendo que era una solución pasajera mientras buscaban algo más permanente que nunca llegó.

¿Qué buscaba con este trabajo?

Decir con claridad que en la política urbana, principalmente en A Coruña, ha habido segregación racial. Parece que los asentamientos han surgido por razones económicas y pobreza, pero en realidad responden a un proceso doble de segregación. Es la población más pobre pero hay segregación racial, porque otras familias igual de pobres fueron enviadas a otros barrios.

¿Cómo está la ciudad actualmente en cuanto a segregación racial?

Mal, es una cuestión que nadie quiere reconocer porque molesta, pero se ve en los barrios, forma parte de nuestro modelo urbano. En A Pasaxe, la mayoría de la población es gitana o cigana portuguesa. En O Portiño hay más proporción de payos, pero predomina la población gitana. En As Rañas, la población es íntegramente gitana.

¿Hay manera de hacer esto bien?

No creo que haya una receta única. Creo que hay que replantearse el concepto de integración, porque ellos mismo se preguntan, integrarse ¿en qué? Ahora mismo están echando de "viviendas normalizadas" a un montón de personas, ¿a qué sistema productivo se van a integrar? Les pedimos que desaparezcan, que se asimilen al sistema payo capitalista, que está en cuestión todo el rato y ya estamos hablando de un sistema más comunitario que es el que ellos han tenido toda la vida. En estos procesos nunca se miran estos asentamientos como un elemento del que podemos aprender algo, cuando tienen muchas lecciones. Cuando se retira lo público aparece la red comunitaria, lo vimos con la pandemia. La clave está en reconocer que han existido estos procesos y no partir de la premisa de que tienen que desaparecer sin abordar las causas reales de su existencia.