Un millón de euros repartidos en cuatro líneas de ayudas específicas. Algo más de 6,2 millones para pagar alquileres de locales, mantenimiento de la actividad y transformación digital de negocios. A estos recursos proporcionados por el Concello se pueden agarrar los distintos trabajadores del sector cultural en A Coruña -además de autónomos y pequeñas empresas de otros sectores en la segunda de las vías- para afrontar los daños y desventajas sufridos por la pandemia del coronavirus. ¿Son suficientes?, ¿son ágiles?, ¿son eficientes? A Cristina Toba, propietaria de la sala de conciertos Bâbâ Bar, que el pasado fin de semana anunció su cierre por no poder soportar más tiempo de inactividad y sin ingresos, las ayudas promovidas por el Ayuntamiento no le han servido para salvar su local.

Representantes del ámbito cultural aplauden algunas de estas medidas por haber favorecido el consumo de sus productos y servicios en los últimos meses, pero demandan mayor rapidez en su tramitación, especialmente en el caso de las subvenciones del Plan de Reactivación Económica e Social da Coruña (Presco) que permiten asumir el pago de gastos comunes y organizativos y el arrendamiento. Para su percepción remitieron la documentación hace meses y aún están a la espera de recibirlas. Según fuentes municipales, el Concello recibió hasta el 15 de septiembre un número muy elevado de solicitudes y matiza que sí ha entregado algunas ayudas mientras las demás están en proceso de revisión.

Los grupos de la oposición en la Corporación consideran positivas algunas de estas subvenciones, aunque se alinean con las quejas del sector respecto a su tramitación y reclaman mayor inversión o medidas adicionales para una actividad que, destacan, debe ser declarada "bien de primera necesidad" (como subraya el BNG) o considerarse "un valor productivo" de la ciudad (destaca Marea Atlántica).

El Concello, por un lado, destinará 180.000 euros a 36 ayudas de creatividad para artistas locales; ha invertido 300.000 euros en más de 100 actuaciones de música, magia, humor, teatro y circo en las calles hasta noviembre; gastó 100.000 euros en el programa Respira Cultura para grabar y difundir actuaciones musicales sin público que estaban programadas y se cancelaron por las restricciones sanitarias; y reservó 370.000 euros para los bonos de descuento en el consumo de artículos y productos culturales. Además, autónomos y pequeños empresarios del sector han podido solicitar las ayudas para alquileres, realización de actividades, adaptación tecnológica en sus negocios o incluso pago de nóminas, explican las fuentes municipales.

Marea es crítica con el Gobierno local por "no sentarse a hablar con el sector". "Hay que ir más allá en el apoyo a la cultura y hacer un esfuerzo en la inversión. Los bonos y las ayudas están bien, nosotros las propusimos y apoyamos, pero no advertimos complicidad del Concello con un sector precario que necesita medidas específicas y que, por lo que aporta al PIB en la comarca, más de un 3%, hay que rescatar como valor productivo, no solo simbólico", resalta el concejal de Marea Iago Martínez, que insta al Ejecutivo socialista a firmar los convenios con Clubtura y la Asociación de Libreros de A Coruña aprobados en un pleno municipal.

El refuerzo en la programación de conciertos, la modificación temporal de las condiciones de las licencias para poder trabajar en igualdad de condiciones que otros sectores y la agilización de trámites para firmar convenios nominativos con entidades culturales son las demandas que parten del BNG. "La anunciada prórroga del presupuesto crea un escenario de incertidumbre en un contexto en el que las cuentas deberían servir para fortalecer el apoyo al sector cultural", opina el portavoz nacionalista, Francisco Jorquera.

"Las ayudas, si las hay, tienen que ser rápidas y eficaces", insistía el sábado Cristina Toba, cargada de gastos y sin ingresos, desde la barra del Bâbâ Bar. En la misma línea se expresan otros representantes del sector cultural, desde libreros y músicos a actores y artistas. "Ante una situación excepcional, habría que buscar una solución excepcional. Lo primero es reconocer las salas como espacios culturales de la ciudad", defiende Tomi Legido, programador de conciertos.