Uno de los comercios tradicionales que se fue apagando durante la pandemia es la Gran Antilla. Con más de 130 años de trayectoria, bajó la persiana como todos en marzo y, cuando muchos hosteleros pusieron a andar de nuevo sus negocios, no volvió a abrir de manera continuada. Lleva ya semanas sin actividad a la espera de un nuevo futuro, aunque en él seguirán seguro los elementos que le han convertido en lugar emblemático en los últimos años, frecuentado por coruñeses y turistas, ya que tanto su interior como exterior están protegidos. El blindaje estructural que afecta también al escaparate, a los rótulos, a las esculturas de sus molduras y a prácticamente todos sus elementos llega a través del Plan Especial para la Ciudad Vieja y Pescadería del año 2015.

La protección es alta y no solo afecta al bajo, que debe mantener los elementos y su función comercial, sino que también a las cuatro plantas del inmueble. Durante décadas y en los últimos años fue pastelería y cafetería, dominando la entrada de Riego de Agua a través de la calle Real y acompañando al teatro Rosalía, al otro lado de la calle. Una puerta en el callejón del Ángel hacia La Franja servía de entrada para su horno. Es uno de los comercios como mayor protección, por encima de otros establecimientos emblemáticos que se encuentran a unos metros como La Bombilla.