Rafael Fernández Barbeito lleva desde 2015 como empleado de taxi y reconoce que los dos años anteriores a la pandemia habían sido "maravillosos" para el sector, pero ahora no se cansa de repetir que esta situación le "da ganas de llorar". "Todos los días parecen un sábado por la mañana. Desesperante. Estamos abandonados", cuenta remarcando la ralentización del mercado y de la propia vida de la ciudad, un hecho que se ha agudizado y que se agudizará con las restricciones y el cierre de la hostelería. "No hay fútbol, no hay Coliseo, no hay Palacio de la Ópera, no hay after, no hay botellón. Esta situación va a hacer que desaparezca el empleado de taxi", relata entre la desesperación y la resignación. Antes, en un día normal de semana hacía unas "22 carreras de media" y ahora la jornada que llega a la "docena" la da por bien empleada. Menos actividad y menos facturación, a pesar de invertir "más horas que nunca".

La situación es dramática para los habituales, pero más para los que en los meses anteriores a la pandemia decidieron comprar una licencia. Ahí no ve salida. "Es espantoso. Trabajan de lunes a domingo y más horas que nunca y no solucionan". La bajada llega por el apagón de la ciudad y por el pánico al contagio en el propio vehículo. "Dicen que el miedo es el mayor de los ejércitos y es verdad", sentencia.

Recuerda que A Coruña es una de las pocas ciudades sin "regulación", lo cual hace que se acumulen los taxis en las paradas. Reivindica la función social de su sector. "Llevamos incluso a gente a hacer las pruebas de Covid", cuenta.