Seis equipos de atención social se encargan de escuchar las demandas y problemas de personas en riesgo de exclusión social, mayores o dependientes. ¿El objetivo? "Encontrar los recursos que se adecuen a sus necesidades", indica la jefa de servicio de Acción Social del Concello, Regla Dávila.

Es la rutina que se ha impuesto, desde hace unos días, en el centro cívico Novoboandanza, en O Ventorrillo, que ayer visitó la alcaldesa, Inés Rey, y donde se ha instalado un nuevo equipo de atención social, que se suma a los de San Diego, Elviña, Os Mallos, Labañou y Monte Alto. Tres trabajadoras sociales, una técnica de apoyo social y una auxiliar de atención ciudadana ayudan a los usuarios a resolver sus dudas, tramitar ayudas de emergencia, como la Risga o las del programa A Flote, y mediar en problemáticas complejas. Ese es el modus operandi de estos equipos, que han necesitado reforzarse ante la pandemia. "Funcionamos todos igual. Somos la puerta de entrada a los servicios sociales", cuenta Cristina Vara.

Ante la saturación de los centros cívicos de Labañou y Os Mallos, Novoboandanza trata de dar respuesta a "una población de 12.000 vecinos". Son datos de la subdirectora del centro, Soraya Varela, quien analiza que "antes, los vecinos a lo mejor tenían que caminar veinte minutos hasta el lugar en el que pedir ayuda y ahora en cinco minutos ya están atendidos en su zona". El equipo de atención social da prioridad a la atención de personas y colectivos en situación de urgencias y personas mayores o dependientes sin apoyo del entorno familiar. "Nos exponen su situación. Por ejemplo, no tengo empleo. Y nosotras buscamos las ayudas que puede recibir o qué recursos son necesarios para resolver su caso", cuenta una de las trabajadores del centro ubicado en el número 13 de la calle Monasterio de Bergondo. "Es un barrio con una importante demanda de servicios sociales", añade Varela.

Novoboandanza tiene, además de la unidad de atención social, "un centro de día y un comedor social". Una trabajadora con un equipo de protección individual se encarga de colocar las bolsas de la comida para que la recojan los usuarios, ya que no pueden entrar al recinto. "En condiciones normales, pueden comer aquí, pero ahora se lo llevan a casa", señala la subdirectora del centro, que revela que diariamente se sirven "una media de 170 comidas".

Antes de la pandemia, este centro contaba con aproximadamente 250 usuarios entre el comedor, el servicio de seguimiento y las actividades. "Ahora hay muchas cosas que no se pueden hacer y los talleres tienen un aforo máximo de cinco personas. Eso ha hecho que baje el número de usuarios dentro del centro, pero ha aumentado la atención social y las comidas", resume Dávila.

El perfil de esos nuevos usuarios es "población que vivía de la economía sumergida y que ahora se ve en una situación muy crítica". Según la evolución, el Concello decidirá si reforzar este equipo de atención social o crear uno nuevo en otro punto de la ciudad.