“Un país sin memoria es un país enfermo, no hay que tener miedo a recordar con rigor” (Marta Sanz, escritora y autora de Pequeñas mujeres rojas)

En A Coruña, nuestra ciudad, en el espacio temporal de tres décadas, concretamente entre 1982 y 2012, se han inaugurado un importante número de equipamientos de carácter sociocultural. Con ellos parecía perseguirse cubrir las necesidades inmateriales de la ciudadanía, además de otros cometidos no menos importantes. Uno de ellos, dinamizar su entorno próximo, a través de la mejora del espacio urbano. Otro, atraer servicios adicionales y complementarios a los ofrecidos por el propio equipamiento. Y ello, fuese cual fuese su escala de influencia, de barrio o de ciudad, ubicándose tanto en los ámbitos urbanos centrales como en áreas periféricas. Recordémoslos, con referencia a su fecha de inauguración.

En 1982, tras una reforma integral, se incorpora nuevamente a la ciudad el Kiosko Alfonso, un elemento patrimonial original de 1911, ubicado en los Jardines de Méndez Núñez, y por tanto vinculado al ámbito histórico de la Pescadería. Tres años más tarde, en 1985, se finaliza una construcción paralizada durante largo tiempo, para dar paso al Planetario en el interior del Parque de Santa Margarita. Este, un espacio verde charnela entre los barrios del Ensanche, el Agra do Orzán, la Sagrada Familia, Os Mallos y la Estación.

En los años noventa se produce una auténtica eclosión con cinco nuevos equipamientos. Inicialmente, en 1994, el Fórum Metropolitano en el Parque Europa, una zona verde a caballo entre los barrios de A Gaiteira-Os Castros y Cuatro Caminos. Al año siguiente, en 1995, tres. Dos de ellos inaugurados en abril: la Casa del Hombre, en el barrio de Monte Alto, y la Biblioteca Pública González Garcés, en el de Elviña. El tercero, abierto al público en diciembre, el nuevo edificio del Museo de Bellas Artes, en el solar del Convento de las Capuchinas en la calle Panaderas, en el punto de contacto de la Pescadería con el barrio de Monte Alto. Para finalizar esta década, en 1999, en el borde marítimo de este último barrio se suma el Aquarium Finisterrae, popularmente conocido como la Casa de los Peces.

El cambio de siglo alumbró en 2003 la aparición del Museo de María Pita, en el interior de la Ciudad Alta o Ciudad Vieja. Y ya finalmente, en 2012, otras dos dotaciones urbanas. En enero, el Ágora, en la zona del Agra del Orzán-Ventorrillo, y en abril, el Muncyt en el ámbito de la Ciudad Escolar-Labañou.

En síntesis, diez edificios destinados a actividades expositivas, culturales y/o sociales, que “afectan” en su proximidad a quince barrios diferentes. Dos de ellos, Fórum y Ágora, se encuadran en la escala de barrio, categorizados como equipamientos de proximidad, mientras que los ocho restantes atienden a la de ciudad, considerados equipamientos de centralidad. Estos se destinan a las personas en general, y no únicamente a los residentes del barrio que los acoge.

Nos preguntamos cuál ha sido el impacto que unos y otros han tenido en su entorno, si realmente han cumplido o cumplen la función dinamizadora, o si su presencia ha desatado las sinergias precisas para activar la vida a su alrededor. En cualquier caso, podemos estimar su influencia si atendemos a una serie de rasgos que conforman tanto el espacio público como el privado.

En el espacio público es posible medir los efectos generados por su implementación fijándonos en la cantidad de superficie destinada a la movilidad peatonal o ciclista; en la creación de espacio libre asociado al equipamiento; en la mayor presencia de la naturaleza, introduciendo nuevo arbolado, o elementos vegetales; en el cuidado y mantenimiento del mobiliario urbano; o en el número de eventos que impliquen a la ciudadanía, tanto la presente en el entorno de proximidad como a la visitante. A su vez, en el espacio privado el alcance de su afección se puede percibir y mensurar a través del desarrollo de la actividad económica, expresado de dos maneras. Una se refiere al incremento en la ocupación de las plantas bajas con locales comerciales en las calles próximas, bien con actividades relacionadas con el uso principal del equipamiento, bien con labores y tareas subsidiarias. La otra, a las mejoras realizadas en los edificios del barrio, tanto en su imagen externa, embellecimiento, como en sus condiciones de habitabilidad y confort energético.

Piensen en su barrio, y en el equipamiento que le corresponde. Hagan ustedes mismos las cuentas y verán a qué nos referimos. Miren alrededor de la Casa del Hombre; a la Ciudad Alta y la Pescadería y sus museos; o al Ágora y al Agra del Orzán. Y también, realizando un aparte, recordemos que en A Coruña contamos con la Escuela de Arquitectura Superior, con la Escuela de Arquitectura Técnica y con la Escuela de Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos. Desde luego, no las percibimos al mirar a nuestro alrededor.

¿Y ahora? Ahora le toca el turno a la intermodal, a la Ciudad de las TIC, a la ampliación del Chuac o al ámbito portuario, inicialmente a los muelles de Batería y Calvo Sotelo.

¿Somos el único animal que tropieza dos o más veces con la misma piedra? Una de las muchas teorías académicas de la arquitectura habla del espacio platónico, infinito y plano, en el que los objetos, bellos objetos, se disponen libremente, con la fuerza necesaria para transformar con su presencia la realidad. Sin embargo, esta es obstinada. Y requiere de algo más. Tal vez las nuevas infraestructuras deban considerar una mirada inclusiva, leyendo el hoy para afrontar el mañana. No parece que la solución se encuentre en erigir más centros comerciales, más bares, más museos, o más… sin considerar una estrategia de mayor alcance.

Hemos de reconocer que en ocasiones nos puede el ego por escribir sobre las cuestiones que contribuyen a construir el mundo cotidiano de nuestra urbe. Y ello, aun a riesgo de que algunos brillantes compañeros nos tachen del “tú siempre negativo, nunca positivo” que el entrenador holandés del Barça Louis van Gaal popularizó en una rueda de prensa. O incluso de ser censurados como “profetas del no”, empleando las palabras del inefable Francisco Vázquez. Nada más lejos de nuestra intención, créannos. Lo que verdaderamente nos puede es reclamar la libertad de opinar y de contribuir, con nuestros errores y limitaciones, a incrementar la capacidad de pensar por uno mismo.