El artista y crítico cultural Marcelo Expósito imparte estos días en la Fundación Seoane el seminario Liñas de fuga: historia, estética e política da arte, que hace un recorrido por los debates surgidos durante el último siglo alrededor de la historia, la estética y la política.

El seminario ahonda en los debates culturales y políticos del período de entreguerras. ¿Cuáles son esos debates?

Son los mismos debates que están dando este momento los movimientos globales que analizan tanto las crisis como las expectativas de nuestra época. Son los debates que está planteando la cuarta ola feminista, el movimiento antirracista global, y el movimiento juvenil ante la emergencia climática. Son los debates que debe haber para pensar la crisis de nuestras instituciones políticas, y, al mismo tiempo que analizamos críticamente estas instituciones, saber que estamos en un momento delicado de la democracia para saber cómo vamos a reconstruirlas. La idea del curso es pensar en esos términos, lo que toca específicamente a las instituciones culturales heredadas de la modernidad, por qué están en crisis, cuáles son sus problemas y sus riesgos.

¿Qué hay de cierto en eso de que después de un período de crisis e inestabilidad, viene una explosión de creatividad?

En realidad, una de las cosas que plantea el curso es que se pueden hacer tres cortes temporales donde se ha dado una intensificación del pensamiento sobre el arte como un laboratorio. Uno es el momento de los años 10, 20, 30, otro es el momento de los años 60, 70, y otro son las últimas décadas. Esos tres cortes temporales coinciden con momentos de crisis, eso es indicativo de algo. En el momento en el que se intensifican las crisis y las experimentaciones sociales, también se da una experimentación de pensamiento en el ámbito del arte y de la estética. Estamos en un momento que se corresponde a eso. No es tanto una explosión de creatividad tras la crisis, sino que el propio momento de crisis es un momento creativo.

El seminario se adapta a la ciudad y organismo que lo acoge. ¿Qué peculiaridades está teniendo en su paso por A Coruña?

El seminario se pensó con 12 módulos que se adaptan a las circunstancias. La idea inicial de A Coruña fue hacerlo presencial. Es o virtual o presencial, no una mezcla. La idea es construir unas condiciones de cierta intimidad. Está basado en la palabra, no proyectamos imágenes. Pensamos en cuáles serían las líneas del curso que podrían conectar con el legado histórico de Luis Seoane, un personaje característico de la efervescencia cultural de la República y los primeros años de la Guerra Civil, marcado por el exilio, su relación con América Latina. Quisimos poner el acento en esas cuestiones: los debates en el ámbito de las vanguardias en los años 20 o 30, la cuestión de la difusión masiva de las imágenes, o el debate sobre la construcción de un arte popular.

¿Entronca de algún modo con Modernidades Diverxentes, la muestra con la que la Fundación explora los conflictos artísticos de la etapa argentina de Seoane?

Absolutamente. La propia discusión sobre la herencia de la modernidad, que Seoane caracteriza y que trata esa exposición, es uno de los ejes del curso, discutir la herencia de la modernidad tanto en términos de horizontes utópicos incumplidos, como también pensar la modernidad como una serie de procedimientos autocríticos que piensan sus propios límites. Es uno de los epicentros del curso.